lunes, 11 de febrero de 2013

El yogur Milbona


Hughes

 Me he hecho consumidor devoto, fan, que se dice ahora, de los yogures Milbona. Es una marca del Lidl. El Lidl ha renovado mis sensaciones como consumidor. Comprar en el Mercadona a veces parece una experiencia comunista. Al Hacendado le falta ya una cartelería soviética. Ir al Lidl es ampliar el abanico, es renovar esa sensación frenética del capitalismo: elegir. Los Milbona me han seducido por algunas razones. Lo primero es que son poco densos y no demasiado cremosos. Detesto el sabor a fermentación que me dejan los yogures. Cuando me tomo un yogur de fresa quiero que sepa a fresa, nada de recordarme al final que todo eso proviene de la vaca. Milbona hace un yogur lejanamente lechero. Además, prescinde del color. Al no llevar colorantes, todos los milbonas son blancos. Esto al principio fue un choque para mí y una gran contradicción: iba contra mi experiencia del yogur como producto no necesariamente lácteo. Después, a medida que los saboreaba, me daba cuenta de que, como les pasa a las personas que pierden algún sentido, perder el color acrecentaba la sensación del sabor. La fresa, blanca, era más, cómo diría... más gustativamente fresa. Los Milbona nos enfrentan al producto sin colorantes, a la madurez del yogur sin colorines y eso devuelve el acto de comer al paladar. Creo que en el futuro los productos alimenticios han de ser así, menos visuales. El colorante, reconozcámoslo, no es necesario para el adulto y tomar el yogur blanco con sabor a cualquier cosa nos reeduca. Deconstruye el yogur y nos hace más conscientes de la naturaleza ilusoria de esa industria.

Los Milbona además tienen un colorido muy alegre, que se sale de lo que aquí impusieron los Danone. Yo diría que hasta son horteras. Además, son altos y algo más estrechos, de modo que (y esto es importantísimo) cuando los terminas y los dejas con la cucharilla dentro no se vencen.

Todas estas maravillas las pensaba yo con admiración cateta, convencido de que el yogur era alemán. Pero no, están hechos en Portugal.

Algo mourinhista y saudoso, poco comprendido, tienen estos yogures sin color ni lechosidad.