jueves, 12 de julio de 2012

Don Pepe

Periodismo en la Castellana

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Mientras en el barrio van y vienen las “kangús” de los currantes con la bandera española en la antena (resaca del fútbol, todavía), por la Castellana, con banderas anticonstitucionales, desfilan los liberados sindicales cantando “A por ellos, oé, oé, oé”.

    O sea, a por los currantes de las “kangús”, que son quienes costean a los liberados sindicales eso que Hughes llama, a propósito de Castiñeiras, el buhonero santiagués del Calixtino, “la pasión ibérica del contrato fijo”.

    En una batalla de siglos (el XIX contra el XXI), los mineros vienen a Madrid por un contrato fijo, y de ahí la simpatía que despiertan entre universitarios y periodistas.

    –Sois nuestro ejemplo –les dice el rector de la Complutense, Pepe Carrillo, cuyo señor padre, cuando uno estudiaba (es un decir) ahí, nos proponía como ejemplo a la Rumanía de Ceaucescu.
    
Don Pepe, Castiñeiras, los mineros y los periodistas que glosan homéricamente la Marcha del Carbón son españoles que no pueden ser otra cosa.

    –Hombre, es que la minería es un oficio peligroso –me decía anoche el portero de un bar.

    Pero si medimos la peligrosidad por muertes y no por bosones de Higgs, nos sale que el oficio más peligroso del mundo, desde que en el 68 una agencia de seguros de vida hizo en América la primera estadística, es el periodismo: a los que no mató el oficio, los tiene la crisis regentando un bar.

    –¡Con lo que hicimos por la democracia!

    La democracia, por cierto, que en el aniversario de Miguel Ángel Blanco denuncia por sanguinario a un señor de Palencia que quiere cazar jabalíes con lanza. O la que mete más ruido con el indulto a Mou que con la indulgencia plenaria a la “psicokiller” Del Río.

    Y vaya usted a saber cuándo se jodió el Perú.