Soraya
Siempre la más... alta
Jorge Bustos
Querida Soraya. A poco que aprieta el calor, los
españoles que todavía incurren en la provocación de conservar un trabajo
comienzan a arrastrar los pies por su oficina rezongando: “¡Qué ganas
ya de vacaciones! Este año sí que me las he ganado”. Pues bien. He
decidido inaugurar contigo esta sección veraniega desde la que me
propongo enjuiciar el merecimiento vacacional, la pertinencia en el
asueto de 24 españoles señeros. Apelaré a razones morales, gramaticales,
estéticas, nutricionales o directamente arbitrarias, siempre con
severidad y un punto de confianzudo paternalismo erguido sobre la
atalaya de una cínica jactancia no exenta de amor ni pedagogía, por lo
que espero se me perdone con una sonrisa o se me acate con un gruñido.
Ya habrás visto por el cintillo superior tintadito de rojo que no
considero que te merezcas descansar este agosto de ninguna de las
maneras. No se trata del IVA ni de las homéricas vulneraciones del
programa electoral. Hacer lo contrario de lo que se dijo es deber de un
político responsable, más cuando lo que se prometió fue por ejemplo la
descongelación de Walt Disney en la tribuna del Senado
como medio de sugerir un alargamiento en la esperanza de vida de
nuestros senadores. No me confundas, amiga mía, con esos sofistas de
tertulia que señalan diligentemente cómo las cosas se hacen pedazos y
saben todas las respuestas, pero no van a hacer nada al respecto. Tu
Gobierno está fracasando, Soraya, pero yo nunca censuro
el fracaso –la crisis, como la vida, chasquea a menudo la arrogancia de
nuestra voluntad– y sólo soy implacable con la falta de esfuerzo. No
hay madre en España que esté esforzándose como tú.
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