Roland Barthes explicando en la pizarra la ruina de la Rojita
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cayó la Rojita en Londres, pero esos piperos enchancletados que van por Madrid como Lord Moubaten por Delhi no se lo explican.
Fue el chándal olímpico, y se lo voy a demostrar.
La Rojita cayó en Londres, primero, por el nombre: no puedes deber el dinero que debe España y llamar a tu equipo de fútbol la Rojita. Y luego, por lo que, allá por 1955, Roland Barthes teorizó en “Las enfermedades de la indumentaria teatral”.
Barthes fue un “botiguer” de la lingüística: al principio la usó para vender marxismo, y después, alta costura.
Ullán habló de un Barthes adicto al “gestus” social brechtiano de toda representación y estudioso del tipo de vestuario que destaca por sí solo en escena y que produce las tres hipertrofias que han matado a la Rojita.
La primera: hipertrofia del verismo. La verdad del conjunto queda borrada por la exactitud de la parte, y el actor desaparece bajo el flash de sus botones y postizos.
La segunda: hipertrofia del esteticismo. Barthes, que considera inquietante el hecho de aplaudir el vestuario (en Londres te quitan de las manos el chándal de la Rojita), descubre que la indumentaria no tiene por misión seducir la mirada, sino convencerla.
Y la tercera: hipertrofia de la suntuosidad. Cuando un teatro se vulgariza, le vemos exagerar cada vez más el vestuario, que no tarda en convertirse en la atracción decisiva del espectáculo. (Ningún español se ha perdido en Londres vestido de olímpico).
Milla y Lopetegui parecen progres de libro, y esta relectura barthiana les va a venir al pelo para explicar lo sucedido en Londres con la Generación Mejor Preparada de la Historia: la de los De Gea, Botía, Jordi Alba o Muniain.
Y quien habla de futbolistas habla de camareros.