Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Mientras lo que funge de Oposición arropaba en Sevilla a Bonilla en su homenaje al “fundador de Andalucía”, a quien el presidente andaluz quiso cantarle “a cappella” el himno de la Décima, que ya es cantar (Blas… “y nada más, y nada más”, tuiteó Bonilla), Bildu despachaba en Madrid, con el apoyo profesional de los juriconsultos Pachi López y Rafa Simancas, la nueva Ley de Memoria Democrática, que gana años, hasta el 83, pero que, al no definir “democracia”, viene a ser otra “Gandula” (nombre popular de la Ley de Vagos y Maleantes de la República, o “Lege lausoa eta maleantea”, por entendernos) para vagos y maleantes; en este caso, de la memoria personal, que en España es propiedad del Estado.
Bonilla es lector de Pausanias, que al visitar Grecia se quedó nota porque cada ciudad pudo citarle el nombre de su fundador, y “la incurable división de los griegos” es la sopa primordial que sorben hoy todos los jefes autonómicos para calentarse en el “Estado Compuesto” pasteleado por el Consenso en junio del 16, como vimos en el 17 (año de siete, deja España y vete: 2023: 2+0+2+3=7).
La traición es una cuestión de fechas, aclaró Talleyrand al zar en Viena, pero el comienzo de la Santa Transición empieza a estar más cuestionado que el de la Edad Moderna. ¿Con Constantinopla en el 53 o con Colón en el 92? ¿Con el “Ja sóc aquí!” de Tarradellas (y luego su “¡Cony! ¡Quina Catalunya ens ha deixat F…!” a Milián Mestre) en el 77 o con Rumasa y el Gal en el 83?
En conversa con Roland Barthes recordaba Ullán cómo Picasso fechaba algunas obras indicando hasta el último detalle, de modo que “martes” o “jueves” eran ambientaciones (marcos íntimos, cunas de analogías) que añadían valor a lo recién pintado. Pero Bildu no es el “Guernica”.
Que el anuncio legislativo no haya sacado a un solo español a la calle indica que todos los ayes de tantos años eran falsos. El fundador de la Junta Democrática tenía por el mayor fracaso de la Naturaleza no haber sabido diferenciar aún en el genoma humano el tipo altruista del tipo criminal, que en la acción son superiores a los demás, por estar dotados de una gran capacidad de agresión para modificar su entorno. Y citaba a Nietzsche: “El bandido y el hombre poderoso que promete a una comunidad protegerla del bandido, son tal vez dos seres similares, con la única diferencia de que el segundo toma su beneficio de una forma distinta del primero”. Y a Freud, que en “Los tipos libidinosos”, 1938, identificó dentro del mismo tipo narcisista a individuos con un ego agresivo capaces de “servir de sostén a los otros, asumir el rol de líderes o de atentar contra lo establecido”.
Esta humillación leguleya del sanchismo se suma a las tres célebres humillaciones del freudismo (la Tierra no es el centro del universo, el hombre es un animal más y el alma comparte piso con el Inconsciente), que para el alemán Sloterdijk sólo eran una versión del cuento de los Grimm sobre el Diablo y sus tres pelos de oro. La humillación definitiva para dar fe de una sociedad muerta.
[Viernes, 8 de Julio]