lunes, 1 de noviembre de 2021

Aquellos buenos tiempos


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Lo avisó Laudrup, que es ya como el yayo de la sirena de Copenhague:


    –Futbolísticamente no se puede comparar este claásico con los de hace una década. Aquéllos tenían, además, a Messi y a Cristiano: el partido dentro del partido. Técnicamente, no me espero gran cosa.
    

Lo dice el tipo que asistió a Romario en el gol más virguero que uno recuerda, un gol de vóley-playa en El Sadar de Pamplona. Otra cosa es lo que diga ese periodismo patrio que pone los ojos como bolitas de alcanfor con el fútbol-filoxera de los Pedri, Gavi y Fati, que son el refútbol de Luis Enrique, por cierto, el tipo, según Mendoza, al que primero pidió echar Valdano en el Madrid.
    

Luis Enrique, Amavisca, Prosinecki y Zamorano, fuera.
    

Mendoza no los echó, y con ellos se ganó la Liga… “a pesar de Valdano”, que pedía que le ficharan estrellotas, y amenazaba, si no, con “echar mano de la cantera”, la cantera como escopeta en el pecho, cosa que nos choca ante el Valdano comentarista, o Valdanágoras, que lleva la “Crítica de la razón pura” frente a Álvaro Benito, que lleva la “Crítica de la razón práctica”.
    

A Mendoza le dijo Valdano de Dubovsky algo que podría decirle hoy Ancelotti a Pérez de Hazard: “Es el mejor del mundo… en los entrenamientos”.
    

Ante el clásico se nos viene Mendoza encima porque fue el mejor salsero de clásicos hasta la llegada de Mourinho, ahora que un clásico es como un día en “La Oficina Siniestra” de Pablo San José García en “La Codorniz”.

 

   

Siempre sentí que los culés nos llevaban ventaja en su sentido de la manipulación sensiblero nacionalista, y pensé que la mejor defensa era un buen ataque, y mejor aún mantener lo que en el argot europeo se llamaba “la forcé de frappe”.
    

La primera vez que Mendoza acudió como presidente madridista al Campo Nuevo, José Carreras, el tenor, le hizo un corte de mangas al marcar el Barcelona. Volvió al palco culé con el Desafío Canal Plus: “A la salida del palco un aficionado me tiró una patada. Yo la esquivé porque vi lo que iba a hacer y el golpe se lo llevó Jesús de Polanco, presidente de Canal Plus, que iba a mi lado”, incidente bastante más grosero que el vivido en el Palacio de los Deportes de Madrid, en el otoño del 98, siendo emperador el Aznarín de Umbral, cuando el mago David Copperfield, siendo novio de Claudia Schiffer, quiso hacer volar a Polanco (el “Jesús del Gran Poder”, que decía Guerra), que se sentaba en primera fila, instante en que alguien pisó un cable y se fue la luz, mientras un académico pedía “¡Que vuele Jesús!” y una señora exclamaba “¡Ay, qué nervios, qué nervios! ¿Tú sabes lo que es que vuele Polanco?”
    

Pues es… como que vuele Hazard, cuyo descubridor ya ha dicho que Edén se irá del jardín del Madrid si no le dan la llave del juego, o sea, el balón. Zidane quiso irse del Madrid porque Figo no le pasaba el balón, y Hazard puede irse del Madrid porque Lucas Vázquez , el heroe del 1-2, no le pasa el balón, aunque, visto desde afuera, todo indica que no se lo pasa a nadie.


    También parecía imposible hacer volar (con sentido) a Vinicius, y Ancelotti, que ya puso en órbita a Drogba, lleva camino de conseguirlo. Vinicius lo explicó en Kiev: “El míster me pide estar concentrado en el partido. Algunas veces fallo ahí y siempre me habla desde fuera: ‘Te voy a quitar, te voy a quitar’, para que siga concentrado”.
    

Partido malo-malísimo de los dos entrenadores y resultado bueno-buenísimo para Ancelotti, con González González, que es mucho González, de Polifemo en el VAR, como aquella tarde decisiva de la última Liga, cuando “anuló el gol de Benzemá por un cordón de zapato y luego avisó de la mano de Militao para no pitar el derribo a Benzemá”. Alba, el tamagochi de Chiellini, ahora da pellizcos de monja: uno a Vinicius, en la sotabarba, con la trifulca del penalti de Mingueza que no vio el Polifemo del ojo avizor. Los astros emergentes del Barcelona son humo que atizan los periodistas y Luis Enrique: ¡Lucas Vázquez anuló a Fati! Y Gavi se anuló solo, porque es de la escuela del fútbol-toreo moderno del pase atrás. Recordemos una vez más la doctrina Juanito del regateador: “Yo levantaba la cabeza y veía a Pineda y a Isidro, así que seguía regateando”. El Barcelona de Koeman levanta la cabeza y ve a Menfis, que es un porteador de baúles, y a Luuk de Jong, que es un porteador de pianos, así que sigue sacando centrocampistas de pase atrás. Ancelotti sigue para bingo.




CUCU Y LOS SEAGULLS


    La mejor literatura futbolística en  este fin de semana fue un titular periodístico: “Los seagulls no conocen la derrota con Cucu en el campo”. Los seagulls son el Brighton, equipo de la Premier, y Cucu, Cucurella, mitad Christophe Dugarry y mitad Meritxell Batet, canterano de La Masía y ex del Gerona, del Éibar y del Getafe, que te trae a la memoria la deliciosa anécdota de Rafael el Gallo una vez que El Cuco, su cuñado, decía sin parar “porque nosotros los Gallo”, y Rafael le interrumpió para corregirle: “No, Cuco. Gallo soy yo. Tú eres Cuco”. No quiero pensar en los juegos de metáforas que pueden cantar los supporters del Brighton al son de “Lesbian Seagull” de Engelbert Humperdinck en “Beavis y Butt-Head”.