miércoles, 24 de noviembre de 2021

Satisfacciones del fútbol de los pobres


 Ayer a las 20,30 en El Arcángel

Media hora antes del Barça-Benfica

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

    Cuando un partido de fútbol comienza varios días antes con colas en las taquillas, con los aficionados vestidos con los colores reglamentarios el día del encuentro y con una sesión continua de hora y media de aplausos y cánticos podemos decir que estamos en un día grande de fiesta futbolística. Si además se canta a capela el himno que por ser de tu equipo es precioso, por todo el estadio no puedes dejar de abandonarte a la euforia y acabar feliz la tarde, si encima se gana el partido. Estas sensaciones parecerían vedadas a un derby, un día de Champions, una jornada decisiva de liga, una final de Copa del Rey... patrimonio que se cree exclusivo de grandes clubes..., pero resulta que no. Que al menos en España es en las ciudades y pueblos de menos renombre donde se está haciendo una reconversión del fútbol dirigida a lo artesanal, sin tanto VAR y sin tantos opiáceos adictivos que ha aportado la televisión a una religión hermosa por simple en sus orígenes.

 
    Da un poco de pena ver tantos huecos el Camp Nou, por la furia de los elementos ayer al parecer, pero ante el Dínamo hacía bueno y jugándose lo que se juega el Barça tampoco acudió el personal. Además, los que van, tienen cara de chinos casi todos como si los propietarios del asiento cedieran la localidad al turismo de Oriente. Al Barcelona como al Madrid la fase de grupos les resulta engorrosa. No tanto al Atleti, que éste sí que tiene una parroquia devota y fanática al estilo del Liverpool por ejemplo. Al Sánchez Pizjuán y al estadio de la Cerámica sí que acuden sus fieles porque en los dos permanece aún el fanatismo tribal que van perdiendo los dos grandes clubes españoles. Del Madrid o del Barça es cualquiera y no hay rincón de España o el mundo donde no aparezcan seguidores blancos o culés. Del Villarreal son los nativos del pueblo castellonense y la pertenencia viene dada por un DNI que perdona a Rulli cosas que no perdonaría el público del Camp Nou o Santiago Bernabéu. ¡Cuántos partidos perdidos por el Villarreal por errores individuales absurdos! Quiero decir que ser del Villarreal es una exquisitez. Ser del Barça o el Madrid en Córdoba o Burgos, casi una vulgaridad.
    

Ayer en El Arcángel se vivió un ambiente que en nada desmerece a las festivas tardes europeas. Se jugaba la final de un trofeo que la mayoría de aficionados al fútbol ni sabe que existe: la copa FEF, con balón exclusivo y con el presidente Rubiales en el palco de autoridades. ¡Qué gentío! ¡Que comunión la del público cordobés con sus jugadores! ¡Que noventa minutos más placenteros! La superioridad del Córdoba ante el Guijuelo se transformó en triunfo y en la recogida de un trofeo oficial de los que está el club ayuno.
    Fue un partido entre equipos de 3ª pero el público lo hizo de Copa de Europa. Sonó el himno de la Champions, el Córdoba recibió una copa para llenarla de Montilla o Moriles, el Guijuelo un plato en el que echar jamón, los árbitros subieron al palco a recibir un recuerdo como sus colegas internacionales y al final hubo hasta fuegos artificiales... y todo sin echar de menos el VAR, ese aparatejo sin el que Otamendi y Araújo presumirían hoy de gol, como nuestro Javi Flores, el "pasmo de Fátima", mi barrio de Córdoba.