viernes, 12 de noviembre de 2021

Luis Enrique, a su manera

Kvaratskhelia, de Georgia

  

Francisco Javier Gómez Izquierdo


     En el cuartel de Loyola de San Sebastián hizo la mili con servidor un más que mozo, no recuerdo si de Baracaldo o Portugalete, que había salido ingeniero aeronáutico -yo no sabía lo que era eso- y que muchas tardes venía a la centralita de teléfonos donde le facilitaba llamar a la familia y amigos desde las extensiones de los despachos de oficinas, vacíos desde el toque a paseo. Culto y educado, era un sibarita en el comer, el beber y el leer y además era portero de fútbol en un equipo que controlaba el Baracaldo. Me habló de un fenómeno que venía, Manolo Sarabia, que le había colocado un brazado de goles y con su inteligencia me dio una de las mejores lecciones de fútbol: "El buen entrenador es aquél que hace mejores a los jugadores que coge".


     Saben que soy un acérrimo defensor de Van Gaal, maestro impagable de técnicos que hoy ganan fortunas con sus enseñanzas. Saben ustedes que Van Gaal era un malencarado y que si positifo y que si negatifo, pero ese señor moldeó un Ajax inolvidable con mozuelos tal que Kluivert, Davids, los De Boer, Seedorf, Van der Saar... En el Barça puso de titulares juveniles en los que no se tenía confianza en las oficinas azulgranas: Puyol, Iniesta, Víctor Valdés, Xavi... Sí, Xavi... ese Xavi que en su fuero interno le gustaría saber tanto como el Van Gaal que descubrió allá donde fue: delanteros en Manchester como Rushford, o defensas, imperiosa necesidad culé, en Munich, como un Alaba o un Badstuber.
  

Sirva esta caprichosa digresión para reconocer a Luis Enrique como el entrenador de élite, al que podándole lo antipático y ciertas maneras despóticas, mejor ha sabido ver el fútbol que viene de lesiones y bajadas de forma cíclicas. Firme, y que siga, en su determinación por el 4-3-3 que a servidor tanto le place, nos sorprende con relevos de jugadores insospechados y alineaciones un punto extravagantes. Seguidor de la escuela holandesa, en un partido prescinde del delantero centro tradicional: Oyarzábal, Olmo, Ferrán, pero no le tiembla el pulso para en el siguiente ponernos dos puntas natos, tal que anoche: Morata y Raúl de Tomás, junto a un falso extremo como el Sarabia madrileño al que se le encarga el gol.
    

No sabemos qué pasará con la selección de Luis Enrique, pero es innegable que crea incertidumbre, hermana ésta que lo es de la emoción. Asumimos que se puede ganar a cualquiera, pongamos a Francia, que posiblemente sea la mejor selección actual, y caer ante un equipo menor, pongamos la Grecia de ayer o la Georgia de ese Kvaratskhelia, al que hay que deletrear para escribir el nombre y que quiso hacer un favor a un entrenador que seguro lo seleccionaría por joven y talentudo.
     

La verdad es que todos los equipos nacionales tienen sus cuitas y bajones. Jugar el Mundial de Qatar para ganarlo es el propósito de Luis Enrique y de todos nosotros, pero permitan que servidor dude de lo conveniente para la salud de los futbolistas el lugar y las fechas. Lo de la salud Luis Enrique lo resuelve en un pispás porque parece que cualquiera le vale para suplir al herido. Lo de las fechas está sometido a la tiranía televisiva y creo que en eso también nuestro seleccionador es un adelantado como lo fue Van Gaal en los 90.