lunes, 18 de octubre de 2021

La España de Luis Enrique


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Que dice Ónega, ideólogo del centrismo español (“puedo prometer y prometo”, le hizo decir un día al jefe del Movimiento), que España no se va a romper, y digo yo que será por Luis Enrique, Lucho para los que están en la pomada (los que hacen “joggin” con Perico Sánchez), seleccionador del Combinado Autonómico, que ha decidido combatir el separatismo haciendo internacionales por España a todos los vecinos de Cataluña y País Vasco que vayan por la calle con una camiseta del Barcelona o del Athletic, aunque no los apodere Iván de la Peña, aquel Laudrup calvo que se echó a perder como figura por no fichar por el Real Madrid, cuando Valdano lo perseguía para juntarlo con Raúl, una collera de ensueño.
    

Ha tenido que venir un gaitero de Gijón para explicarnos el federalismo a lo Pi: si con las autonomías todo el mundo se quiere separar de España, con la federación, aunque sea de fútbol, todo el mundo querrá unirse a España. En lenguaje taurino, Luis Enrique tiene la barriga llena de gatos blancos, y castiga al Bernabéu como no lo hizo el marqués de Del Bosque, que tenía la barriga llena de gatos florentinos, estado que no le impidió convocar a futbolistas del primer club del mundo, que es el Madrid, icono, eso sí, del centralismo. No sabemos quién se da más prisa, si el gobierno vacunando para Pfizer en España o Luis Enrique haciendo internacionales en Cataluña, pero deben de andar igualados. Una vez internacionalizada toda la población culé, la deuda del Barcelona, por revalorización en el mercado, habrá desaparecido, y entonces podrán fichar a Halaand y Mbappé y presentarse en Madrid, así sí, a regalarnos su anexión, con Luis Enrique convertido en el Garibaldi de la Escalerona.
    

Como entrenador, Luis Enrique es una mezcla de Javier Clemente y José Antonio Naya, ese toque a rebato español cuando nadie es capaz de divisar a un solo moro en toda la costa, origen del desconcierto que atrae a los aficionados llegados a este punto en que el fútbol no ofrece ninguna emoción, y ahí tenemos al Real Madrid, cuyo único reclamo para llamar la atención no está en el campo: Tebas, el Chulalón de la Liga, que así llamaron los españoles a Chulalongkorn I, rey de Siam, en su visita a Madrid, dice que Benzemá es el mejor delantero de Europa. El reclamo está en los despachos: un año por delante para camelarnos como a las ranas con las amapolas de Halaand y Mbappé, más Gavi, claro, el chico de Iván de la Peña que Luis Enrique ha puesto en el mercado internacional con el cartel de niño-prodigio (algo parecido a lo que Mourinho ha hecho en la Roma con el inglés Tammy Abraham, explicado por el portugués a su manera: “Estoy tratando de crear un ‘monstruo’ para Southgate”).
    

España cuando está en crisis hace llamar a los niños-prodigio, y Gavi es el Pepito Arriola del fútbol: tocó en privado para Guillermo II de Alemania y Jorge V de Inglaterra, pero creció y perdió el encanto del “niño monstruo”, y desapareció para siempre. Otro Carlitos Bueno de “Crónicas marcianas”, programa de la ilustración española, que siempre apostó (la ilustración, no el programa) por los espectáculos con niño-prodigio que improvisaban durante horas los más disparatados alardes, sin otro asidero que el que podía proporcionar una orquesta de siete músicos que tocaban en los intermedios con delicadeza y primor. En una palabra, el tiquitaca.


    –Luis Enrique es un genio como Rembrandt –se oye en una radio.


    –No mezclemos churras con Meninas –se oye en otra radio.
    

Para el florentinismo los niños-prodigio predilectos son Halaand y Mbappé, pero Leonardo, el capataz del PSG, lo va a poner difícil. Ancelotti se sintió maltratado en París por ese tipo que nunca empató con nadie y que tuvo la grosería de decirle la víspera de un partido de trámite: “Si no ganas este partido, te vas a la calle”.


    –Leonardo era amigo mío, o eso creía, pero no me dio ninguna explicación del trato que me dispensaban. Eres el jefe, así que nadie discute que tengas derecho a echar a quien te apetezca: compórtate como un hombre y en paz. He aprendido que ser despedido, y ser fichado, pocas veces tiene que ver con uno.

 

 


EL JARDÍN DE LINEKER


    Gary Lineker ha tenido mejores ocurrencias como comentarista y escritor que como delantero centro al que Cruyff alineó de extremo izquierdo, se supone que para que se fuera. Como comentarista dijo: “El fútbol es un deporte que juegan once contra once y siempre gana Alemania”. Y como escritor ganó en el 89 un concurso de novela con “¿Dónde está el delantero centro?”, en competición con Antonio D. Olano, finalista con un divertimento sobre el priapismo canchero de Butragueño (la famosa foto de Carlos Monge en el Bernabéu). Retirado al jardín del Edén (cualquier jardín inglés) como un Jimmy Page del balón, Gary Lineker ha sentido la necesidad de contarnos (como Luis Miguel lo de Ava Gardner) un secreto: “Ed Woodward (United) es mi vecino y fichó a Ronaldo cuando estaba en mi jardín. Fue asombroso. Fue muy divertido”. 

[Lunes, 11 de Octubre]