Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Madrid de Ancelotti es un árbol de Navidad al que Unai (“pastor de vacas”, o así) Émery, que en la banda parece un extra loco en una película de Buster Keaton, le apagó las luces. ¿Qué es un árbol de Navidad en un campo de fútbol? El sistema de cuando no hay sistema, que tampoco es malo.
El árbol de Navidad futbolístico lo inventó Ancelotti en el Milán como los Founding Fathers inventaron la democracia representativa en Filadelfia, por necesidad.
–Como dicen en España, la necesidad aguza el ingenio –dijo Ancelotti entonces, sin saber que un día vendría a España con su árbol de Navidad.
Al Milán, cuenta, llegaron muchos jugadores buenos, y Ancelotti las pasó moradas para colocarlos a todos… y que estuvieran contentos. Pasó que Shevchenko se lesionó, y entonces Pirlo hubo de retrasarse para hacer de organizador, con dos centrocampistas ofensivos por delante. La necesidad les trajo un árbol de Navidad, y resultó que “cuadraba a la perfección con la filosofía del presidente”, que era Berlusconi.
Pero el árbol de Navidad de Florentino Pérez no es el árbol de Navidad de Berlusconi. Es un árbol de Navidad que parece rescatado de un contenedor, cuando la gente se deshace de ellos el día de Reyes. Tiene bolas, luces y espumillones, pero no acaba de imponer… ni de imponerse, a pesar de la flexibilidad del entrenador para construir su “monstruo de Horacio”, con Valverde de lateral, Asensio de centrocampista (donde se ganó el sobrenombre de Ausencio) y muchos pecados más.
Esa flexibilidad le vino de otra necesidad, la de encajar a Zidane en la Juventus, y no es cosa de traer a colación la de vueltas que con el mismo futbolista dio Del Bosque para encajarlo en el Madrid. En lugar de encajonarlo en su sistema predilecto, el 4-4-2, “porque es el que mejor comprenden los futbolistas” (salvo que lo explique Álvaro Benito, que lo convertiría en las leyes de la termodinámica), Ancelotti construyó un sistema nuevo alrededor de Zidane: tres defensas, cuatro centrocampistas y Zidane en punta con dos delanteros.
–Zidane jugaba en una posición intermedia, entre los centrocampistas y los delanteros, cuando atacábamos, y ayudaba un poco a los centrocampistas cuando nos defendíamos.
A Neruda, “el Sepu de la poesía” al decir de Ruano, le parecía “delicioso asustar a un notario con un lirio cortado”, y a nosotros nos parecía delicioso asustar a Unai Émery con un árbol de Navidad que, porque no era árbol o no era Navidad, no resultó. Atacar al Villarreal con Rodrygo, Benzemá y Vinicius (¿logrará Ancelotti hacer con Vinicius lo que hizo con Drogba?) es un remedo de PSG atacando con Mbappé, Messi y Neymar a una quimera. Ninguno de los tres defiende, por lo que atrás se necesitan tres Makeleles de los que no hay. Ancelotti cuenta con Camavinga (el sábado recibió su primer pito del tonto de guardia en el Bernabéu), que es la verdadera estrella del árbol de Navidad, la que guía a los niños de este espectáculo, dibujando fuegos fatuos con sus rastas de rey de la pista. Si la gloria futbolera vuelve al Bernabéu, será al ritmo maravilloso de Camavinga, “congo solongo del Songo / baila yambó sobre un pie”. Nada que ver con Vinicius.
–Yo no he vivido algo similar... ¡Yo siempre he metido goles! –protestaba el otro día Samuel Eto’o cuando quisieron compararle sus inicios con los del brasileño.
La psiquiatra Rojas Estapé tiene dicho que la actual es la primera generación “más tonta” que la de sus padres, en coincidencia con una investigación noruega que sostiene que desde 1975 el coeficiente intelectual de la población comenzó a caer al menos siete puntos por generación, es decir que cada generación es bastante más tonta que la anterior. La psiquiatra Rojas Estapé es hija del psiquiatra que más folios le ha dedicado a la felicidad en España, y todas esas resmas se resumen en una imagen que él repite en cuanto lo dejan: si tapas los pies descubres la cabeza, pero si tapas la cabeza descubres los pies. Que es, exactamente, el problema que tiene planteado Ancelotti con el equipo (Ancelotti es un tipo que presume, y hace bien, de haber leído la obra de Robert Cialdini, el mago de la persuasión), para aquellos que se queden “in albis” ante las lateralidades termodinámicas que desarrolla Álvaro Benito en TV.
–Las cosas abandonadas a sí mismas tienden a embrollarse y no vuelen a ponerse en orden –reza la segunda ley de la termodinámica.
Que es, para que veamos la diferencia con el árbol de Navidad, la ley a la que se agarra Koeman en el Barcelona al colocar a sus defensas centrales de delanteros centros.
LA RODILLA DE ALONSO
Marcos Alonso, futbolista español del Chelsea londinense, ha decidido no arrodillarse más en el campo de fútbol, como mandan los activistas norteamericanos de BLM. Alonso explica que “el gesto antirracista está perdiendo impacto”, y Nigel Farage ha tenido para él un tuit de reconocimiento: “Well done to Marcos Alonso for standing up for decency against the cowards who fear the woke mob.” En el fútbol español sólo la figura del árbitro Matéu acostumbra postrarse de hinojos en señal de suplicante de un movimiento político.
[Lunes, 27 de Septiembre]