lunes, 9 de diciembre de 2019

Verde que te quiero verde

Severn Cullis-Suzuki, la otra Greta

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El Madrid es imagen y la imagen del Madrid cubrió sus objetivos de temporada el sábado al salir a jugar en el Bernabéu vestido de verde, como el Betis, en homenaje al Cambio Climático, un milenarismo que no le echa al planeta más de diez años, razón por la cual ninguna estrella de la plantilla renovará hasta más allá de 2029, igual que hacen los bancos con las hipotecas o la Agencia Tributaria con los morosos, que ya no concede aplazamientos. Si los partidos van a seguir jugándose a la hora de almorzar, el “Verde que te quiero verde” de Lorca/Manzanita podría sustituir en la megafonía el himno de la Décima, que suena a caño roto y produce narcolepsia.

    –Verde que te quiero verde. /Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña –cantarían los kikos de la Primavera ésa que siempre vuelve a reír.
    
El sábado la pena fue que no hizo el saque de honor Greta Thunberg, que despliega la ternura de un Lucas Vázquez para emocionar al piperío. Ternura… y un nombre pegadizo. Eso es todo. El anterior lanzamiento de las multinacionales, Severn Cullis-Suzuki, no cuajó porque no hay manera de universalizar un nombre como Severn. ¿Cuál fue el éxito (como cantante, no como portero del Madrid) de Julio Iglesias? Que al primer maullido se lo reconoce en Cachemira y en La Puebla de Caramiñal. Pues con Greta ocurre igual. ¡Es el Pepito Arriola de la posmodernidad! (El niño prodigio, al piano, Pepito Arriola se llamaba José Rodríguez, era hijo de padre desconocido y primo de Hildegart, hija de Aurora Rodríguez, niña prodigio concebida con un cura para “mujer del futuro”, muerta a tiros por su madre, que la tenía por su “escultura de carne”. Apadrinado en Madrid por la Reina regente María Cristina, Pepito tocó en público para el mundo entero, y en privado, para Guillermo II de Alemania y Jorge V de Inglaterra. Luego creció, perdió el encanto del “niño monstruo”, y desapareció para siempre).
    
Severn Cullis-Suzuki nació en el 79, y a los diez años, dada la precocidad de la época, fundó, nos dice la Wikipedia, la Organización Infantil del Medio Ambiente, y en el 92 la llevaron a la Cumbre de Río a leer el folio del Cambio Climático, una infancia robada y el planeta que se va a hacer puñetas en menos de una década, si no echáis monedas en la ranura del cepillo que pasan las multinacionales del culto. Si en el Barça se hubieran tomado en serio los pronósticos de la pequeña Casandra canadiense, no habrían traído a Messi a La Masía, y el niño prodigio no llevaría ahora diez Ligas (¡ocho en once años!), pisándole los talones a Gento, que tiene doce. Guardiola, sin embargo, sí comulgaba con las ruedas de molino del milenarismo rampante, y como creía que el mundo podía acabarse en cualquier momento si los currantes de Sampedor seguían yendo en diésel a trabajar, fichaba sólo cracks de temporada, como Chigrinski. Sin la creencia guardiolí del Cambio Climático, Chigrinski jamás hubiera jugado en el Barcelona, si es que alguna vez jugó, que ésa es otra historia.
   
 –Compadre quiero cambiar / mi caballo por tu casa / mi montura por tu espejo / mi cuchillo por tu manta / verde, que yo te quiero verde sí sí…
    
El verde, nos recuerda Santayana, atraía el ojo de Mahoma, pues el verde le parecía el más bello de los colores, o el tipo exacto de lo bello, porque viajaba constantemente por los desiertos buscando las palmeras de algún oasis, como ha viajado el Madrid de Zidane por las ligas, aunque esta vez dice que va en serio, que quiere ganar la Liga, siquiera por demorar el instante en que Messi arrebate a Gento su registro, y al Clásico debería acudir vestido de verde, como la Esperanza del Makinavaja de Ivà y su “Semos peligrosos”. De ganar en el Campo Nuevo, esta Liga vendría a ser la diosa verde que se fecunda a sí misma por la nostalgia restauradora  del cubano René Vázquez Díaz (que lo sepa Ramos: hay más Renés por el mundo) en su Isla de Cundeamor.
    
Siempre he necesitado, para sentirme viva, esa presencia exudante, intrincada y profusa, perfecta en su salvaje desorden, de la vegetación insular, con la exclusividad de sus olores recónditos y obscenos, repugnantes y apetecibles como la entrepierna de una diosa verde que se fecunda a sí misma.
    
Un Madrid vestido de verde Greta, más el asilvestrado desorden Zidane, es el Madrid que da más miedo.



EL AMIGO INVISIBLE

    La plantilla del Madrid (¡con Bale, el fistro pecador que juega al golf!) se ha conjurado esta Navidad jugando al Amigo Invisible y con todos los ojos puestos en las muletas de Hazard, que no estará en Barcelona, y eso que sale ganando. Este Amigo Invisible nos devuelve al Visitante Nocturno que recibió Zidane en el verano de 2005, según “France Football”: “Lo que me ocurre es bastante místico y se me escapa un poco. Sólo yo lo puedo sentir verdaderamente. Una noche, a las tres de la madrugada, me desperté y hablé con alguien. Estaba como anulado ante esta fuerza que dictaba mi conducta y tuve como una revelación”.