lunes, 18 de noviembre de 2019

Sermón de la humildad

El aguador de Velázquez


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Nunca el mundo fue más cabrón y, sin embargo, nunca el mundo se las echó más de bueno. Antes, en la vida, como en los toros, era modesto el que no podía ser otra cosa, según el gran descubrimiento de Gregorio Corrtochano, el de (para los nuevos) “Es de Ronda y se llama Cayetano” con que noticia de Cayetano Ordóñez, “Niño de la Palma”, fundador de la dinastía de los Ordóñez. Ahora, en cambio, en la vida, como en el fútbol, la doblez es el salario del mundo, donde todo el mundo tiene dos opiniones: una para la publicidad y la contraria para la intimidad. El periodismo deportivo es moralismo gimnástico, de cómo hay que estirar la meninge si se ha de pasar por el aro. Así, el fútbol, que lleva una década transmitiendo un único valor, la ludopatía de las apuestas, se prosterna ante Mané, el simpático extremo del Liverpool, no por un gol de tijereta luego de una carrera de galgo de la pradera, sino porque al apearse del bus, en ese momento que los futbolistas fingen concentración como de paracaidistas que se dirigen en el Día D a las playas de Normandía, ayuda al utillero a transportar una garrafa de agua.
    
¿Cómo negar la importancia del agua? Por el agua nació el Estado en los calurosos arenales de Jericó. El hombre es un setenta por ciento de agua (y un porcentaje notable de whiskey a partir de las siete de la tarde, al decir de Bertrand Russell). La Fifa ya ha dispuesto la Parada Técnica para Hidratación (PTH). Sin agua, los animosos lebreles de Klopp no podrían con su alma, y Guardiola no podría acusarlos de “piscineros”, es decir, de futbolistas que se tiran al agua. Mané (Sadio Mané, extremo senegalés, nada que ver con Esnal Mané, entrenador vizcaíno de Valmaseda) ve a su utillero cargado con dos garrafas de agua y le lleva una.

    –Lección de Humildad –titula el periodismo deportivo (¡moralismo gimnástico!). ¿Cuántas garrafas de agua y cuántos sacos de balones no ayudaría a llevar Juan Gómez Juanito a Betete, el utillero-jardinero del Burgos histórico? Y nadie elevó a los altares a Juanito por llevarle el botijo a Betete, sino por dejar sentado con un regate a Luiz Pereira en el Manzanares, que también tenía su corazoncito de agua.
   
 La humildad como negocio la inventó Zapatero.
    
A humilde a mí no me gana nadie –dijo una vez en la tribuna del Congreso, y hoy es el relaciones públicas de todos los gobiernos humildes que tiene por el mundo el Hamponato Castrista.
    
¿Alguien de ustedes se imagina de aguador en el Madrid a Bale? En Gales, a lo mejor, porque Cardiff City le emociona más que Madrid, que jurídicamente puede ser: una Región Metropolitana; un Centro del Estado; o aquella especie de Comala de donde (en el franquismo, por supuesto) “las madres se iban a dar a luz en otros lugares, a fin de evitar la vergüenza de que sus hijos nacieran madrileños”, según declaración postinera que Tierno, alcalde de Madrid, hizo en Barcelona. Antes de condenar a Bale por “traición”, convendría aclarar con él a qué Madrid se refería cuando dijo que su Gales natal le emociona más. Bale no acarrea agua, como Mané, razón por la cual Zidane quería echar a Bale y traer a Mané, aunque eso supusiera someter a competencia a Lucas Vázquez. No pudo ser, y ahora nos vemos sin Mané… y sin aguador.
   
Los que van de eso, paternalistas, humildes, sencillos, como Guardiola, no puedo con ellos –declaró escandalosamente Ánegela Liddell, artista bautizada en la misma pila que Dalí, cuando la época heroica del mourinhismo, en seguida tomado por las cigarras liberalias–. Esa exaltación de los valores no me convence. Esa exaltación de la humildad me parece soberbia. Yo no me fío. Prefiero a Mou.
   
 A Mourinho, por cierto, nadie le perdonó su humildad, resumida en aquella declaración paladina de “si no está el perro, tendré que salir a cazar con el gato”, cuando el gato era Benzema, que lleva años en el Madrid para haber hecho con él un bestiario completo.

    –Mourinho era alguien al que respetaba, y en ese momento se me fue la olla –ha explicado hace poco el aludido–. Le dije lo que había que decirle. Estuvimos reunidos una hora. Yo soy un jugador de fútbol, tú eres mi entrenador. Yo te respeto, así que respétame tú a mí como futbolista. Y desde entonces ya no hubo más historias de gatos, de perros o de lo que fuera.
    
Los huecos que en la prensa dejan los himnos dedicados al humilde Mané por acarrear agua los ocupan los himnos dedicados al soberbio Benzemá por marcar goles, al que hacen descender de una conjunción astral Van Basten / Weah, con una exhibición ante el Galatasaray que pondría al seleccionador francés, Deschamps, contra las cuerdas de la “grandeur”. ¡Zidane metiéndole a Deschamps el agua en casa! Que si Benzema es el mejor, que si no entiende por qué no juega con los “bleus”, que si él no piensa nada pero lo dice todo…


Yogi Berra

VOLVED AL BÉISBOL

    Ibrahimovic es uno de esos personajes, junto con Romario, que se ha perdido el Madrid, a cuyo piperío, educado en la demagogia de la falsa humildad, no le hacen mucha gracia los genios. El piperío admira a Zidane porque riza el rizo de querer hacer girar al Madrid alrededor del Isco de Hughes, ese Isco que se presenta diciendo hola, soy Isco, y giro sobre mí mismo. Ibrahimovic se ha ido de Los Angeles Galaxy con un tuit a la altura de su personalidad: “Queríais a Zlatan, y os di a Zlatan. De nada. La historia continúa... Ahora volved a ver béisbol”.