viernes, 15 de noviembre de 2019

Concentraciones

Francisco de Miranda


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Frente a la “concentración separatista” de Sánchez-Pablemos, la “concentración constitucional” de Casado-Álvarez de Toledo. Hasta aquí llegó el 78. Eso es un Fin de la Historia, y no el de Fukuyama, quien se lo urraqueó a Kojève, quien se lo urraqueó a Hegel. Para Kojève, la historia universal termina en Napoleón y Hegel, y el resto no son sino “subjetividades arbitrarias sin peso histórico”, con una excepción, Stalin, que va a abrir despacho en La Moncloa.
    
La “concentración separatista” ya la conocemos. Y la “concentración constitucional” debe de ser aquel “Ritalin” que tomaban los jipis de Tom Wolfe para ayudarse a fijar la mirada en un punto de fuga.
    
La Historia, en fin, tiene muchos fines, pero una Constitución (lo dice la Declaración de los Derechos del Hombre) sólo tiene uno: separar los poderes.

    Separar los poderes no es fácil. De hecho, hasta hoy, sólo lo hicieron los “Founding Fathers”. Nuestro Supremo acaba de desenterrar a Franco por no haberlo hecho, maldición que vale para todos los españoles, vivos o muertos, menos uno, Francisco de Miranda, el único demócrata que ha dado España, revolucionario (presente en las revoluciones norteamericana, francesa e hispanoamericana) y donjuán, cuyo nombre figura en el Arco del Triunfo de París, donde escribe los remedios (¡concentración constitucional!) a los males de Francia, que alguien podría copiar en España:
    
Dos condiciones son esenciales para la independencia absoluta de los poderes. La primera, que la fuente de que emanan sea una (el pueblo); la segunda, que todos ellos ejerzan, unos sobre otros, una vigilancia recíproca. El pueblo no será soberano si uno de los poderes constituidos que lo representan no emanase inmediatamente de él; y no habría independencia si uno de ellos fuese el creador del otro. No es verosímil que tres poderes independientes y celosos se concierten jamás para traicionar al soberano.
    
Murió en una ergástula de Cádiz, cuna liberal. Hoy lo haría de ostracismo.