Hughes
Abc
Hace unos días leí un artículo sobre el “ok, boomer”, ese meme que los jóvenes dirigen a los mayores. Boomer es el nacido en los 60 o antes, aunque sin tanto ánimo de precisión generacional, el “ok, boomer” sonaba muy parecido a nuestro “pollavieja”, la fórmula con la que la juventud tuitera, sobre todo feminista, despacha a gente como Javier Marías.
“Ok, boomer” era importado y tenía, eso sí, la gracia de su utilización por las dos partes de la discusión, derechas e izquierdas; en realidad, les unía una común actitud hacia los mayores que superaba la de la generación anterior, la X, la mía. Hace mucho que es evidente que el objetivo de toda crítica debían ser los “Boomer”, pero no se expresó nunca así, de forma tan directa, displicente y “troleadora”. Era como su hubiera un fondo de respeto, sumisión, una actitud de docilidad genealógica (y analógica): éramos otra generación pero no teníamos la suficiente distancia para expresarlo. Sería intolerablemente irrespetuoso escribir: “Oh, calla la boca de una vez, vejestorio”.
Por esto me hacía cierta gracia el “ok, boomer”, eslabon entre izquierdas y derechas juveniles en la red. En el artículo de esta semana, publicado en Verne, EP, sin embargo, lo encontré muy politizado: como expresión de un desencanto medioambiental y político, de un malestar por la crisis y la situación del planeta.
Por esto me hacía cierta gracia el “ok, boomer”, eslabon entre izquierdas y derechas juveniles en la red. En el artículo de esta semana, publicado en Verne, EP, sin embargo, lo encontré muy politizado: como expresión de un desencanto medioambiental y político, de un malestar por la crisis y la situación del planeta.
Unos días antes, movido por la curiosidad, yo había hablado con la persona que se supone creó el meme. Se trata de una estudiante de Maine que ahora vive en Nueva York y que ni siquiera reclamaba la autoría. Ava, que así se llama, me contó que no creía ser la autora, que la expresión ya se usaba, aunque quizás sí fuera la primera persona en tuitearlo. Dos años después, confiesa, no le parece tan graciosa. Tampoco su éxito fue inmediato. Fue al cabo de dos semanas de haber escrito ese tuit, ese “ok, boomer” inaugural, cuando el tuit comenzó a viralizarse. Su intención, me explicó, fue la de fusionar dos memes anteriores. Un meme sobre un perro que decía “ok (y algún tipo de desprecio)” y otro que era “cállate (cualquier grupo político)”. Ella mezcló la actitud despreciativa y cómica del perro-meme, también un punto condescendiente, con la, digamos, execración política.
De esa mezcla de intenciones surgió el “ok, boomer”. El motivo fue meditado: ella quería llamar tonto al activista conservador Charlie Kirk de una forma que no supusiera un riesgo de suspensión de su cuenta. Lamentaba que casi todos sus amigos internautas de por entonces la hubieran perdido (esto, por cierto, es algo que todos podemos recordar. Cuánta de la “escena” tuitera americana fue depurada desde 2016).
Así que fue más bien la intención de burlar la censura de twitter y los límites del diálogo lo que llevó al meme. Ahora se populariza aquí, un poco tarde (las cosas siguen llegando a una velocidad no-amazon, a una velocidad de catamarán gretense más bien, lo cual no parece malo del todo). La expresión encierra un tipo de causticidad generacional tan ajena como envidiable.