viernes, 22 de noviembre de 2019

El servicio


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En lo que se tramita una Ley de Defensa de la Democracia, calco de la Ley de Defensa de la República con que Azaña instauró su “tiranía jadeante”, sale a la luz la demanda de una escolta de Nuestra Señora de la Liberación empleada de mandadera en un Sancta Sanctorum de Galapagar.

    –¡Somos esclavos del servicio! –acostumbraba decir una marquesa peinada a lo sauce llorón en las cenas de Los Amigos de Julio Camba en Casa Ciriaco.
    
Su idea del servicio era la de las dos criadas chismosas que en casa de Caifás provocaron las negaciones de Pedro, que hoy palidecen ante las de Bergoglio, que tiene el Vaticano como un plató de la Ruta Quetzal.

    No es incompatible defender la lucha de clases y tener criado (“scout”, diría Pablemos, que fue becario de Blesa en Cambridge). Y como diría Santayana, también don Quijote tuvo criado, además de caballo. Mas, en descargo de la parte demandada, hay que decir que una vez en el Poder no es fácil reconocer a nadie como mandaba el viejo (“de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”). También los enemigos de Cánovas murmuraban que su esposa, Joaquina de Osma, hablaba a los criados vuelta de espaldas. En el 37, lord Halifax, a quien Churchill llamaba “Holy Fox”, y que había sido virrey de la India, visitó a Hitler en Berlín y lo confundió con un criado. Años más tarde, a bordo de un yate, el propio Churchill confundiría a Kennedy con un camarero.
    
Pero el episodio más edificante sobre el asunto lo refiere Francisco de Miranda, el único demócrata que ha dado España, en el diario de su primer viaje a la democracia americana, cuyo “espíritu de republicanismo es tal que el mozo de mulas y todos los demás nos sentábamos juntos a la mesa, y no fue con poca pena que hube de conseguir el que a mi criado le diesen de comer separadamente”, provocando la admiración de John Adams.
    
Los comunistas que incluyen en su cuerpo de casa a todos los españoles que no son comunistas deberían leer “La educación de Henry Adams”.