viernes, 29 de noviembre de 2019

Discutir


Friedrich Julius Stahl


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Hay que discutir.

    En la socialdemocracia hay que discutir como en “La vida de Brian” había que regatear. No discutir es exponerse a que Villacís, la jurista que hace de carabina del pequeño alcalde de Madrid, se marque un Mirabeau (astucia psicológica, falsedad moral y ficción política) acusándote de “mutismo hostil”, como a Ortega Smith, cuyo mutismo ya ha hecho correr más tinta que el de Lerroux en el 31.
    
En Bizancio los hombres vagaban por las calles discutiendo por su parecido con Dios y en Madrid los tertulianos vagan por las teles discutiendo por su parecido con Ortega Smith.
    
Vuelve el hombre, pero no en “homo sapiens”, sino en “homo loquax”, como exige la socialdemocracia reinante, igual de pancista que la burguesía liberal de la monarquía de julio, “la clase discutidora” de Donoso Cortés.
    
Un alemán colega de Villacís, Friedrich Julius Stahl, que definió la Monarquía Constitucional (“la revolución que según usted triunfó en Inglaterra triunfó porque no fue una revolución”, dijo a Guizot, que andaba embrollando a Cromwell con Robespierre), explicó las incongruencias (¡el veletismo!) del liberalio centrista:
    
El odio a la monarquía y a la aristocracia arrastra al burgués liberal hacia la izquierda; el temor por sus bienes, amenazados por la democracia radical y el socialismo, le vuelve a impulsar hacia la derecha, hacia una monarquía fuerte cuyo ejército pueda protegerle; de esta suerte oscila entre sus dos enemigos y quisiera engañar a ambos.
    
Dicho por Cortés, la burguesía liberal quiere un Dios, pero inactivo; quiere un soberano, pero sin poderes; exige libertad e igualdad (¡libres e iguales!), pero pide la limitación de sufragio a las clases acomodadas (¡fuera populismos!) para asegurar a la cultura y a la propiedad la necesaria influencia.

    –Cada acto sexual es un acontecimiento en el que intervienen cuatro personas. Hemos de discutir sobre este punto –escribe Freud a Wilhelm Fliess, que estableció la correspondencia estructural entre la nariz y los genitales.