Abc
La distracción del momento es que el Madrid quiere fichar a Neymar.
Ir de caza, decía Mendoza, que fue un presidente de fantasías, pero sin olivares. Sueños sin dinero, que en los 80 era cosa de los italianos.
A Mendoza se lo imaginaba uno en su despacho de Concha Espina igual que Ruano veía a Julio Romero de Torres en su estudio de la calle de Pelayo: simbolizando el triunfo.
–Tenía tres cosas: un galgo, un brasero de cobre y una de esas compañeritas propicias a admirar y a querer que llevaba a sus lienzos prerrafaélicos, misteriosos, donde alentaba un soplo de dramatismo literario español.
Da la sensación de que, en las cacerías, Ramón Mendoza, al contrario que Florentino Pérez, gozaba más de los emparedados de jamón (con Agnelli, con Ernesto Pellegrini, con Berlusconi) que de los tiros, o no se explica uno los que falló (enumerados por él): Zico, Keegan, Blokhine (no lo dejaron salir de la Urss por ser coronel del Ejército Rojo y porque el haragán de Ángel había lesionado para siempre a Kipiani en el Trofeo Bernabéu del 81), Gullit (se lo levantó Berlusconi por dinero), Caminero…
–Benito Floro me dijo que Caminero, recomendado por Maturana, no era jugador para el Real Madrid. Tuvo Floro el mismo olfato que cuando me dijo que con Martín Vázquez el Madrid sería campeón de Europa. El olfato de Floro era el de un constipado permanente.
También se le escaparon Litmanen, Barnes, Pancev, Weah, Matthaus, Klinsmann, Cafú, Futre… y la pieza mayor, Maradona, que a toda costa quería jugar en el Madrid, el club de Alfredo Di Stéfano. Estuvo dos veces en casa de Mendoza, a quien llamaba Gardel.
–La clave del fichaje estaba en la maraña de cláusulas para la explotación de los derechos de imagen del jugador, y yo no lo supe ver ni cuando se fue del Barcelona ni después.
Pero decíamos que la distracción del momento es la caza de Neymar, futbolista que a Brasil todavía no le ha dado nada, y de haberle dado algo al Barcelona, nadie lo habrá visto, porque lo tapa Messi, el Potele rosarino.
Aparte el dinero y un entrenador que le haga gracia, las dos exigencias de las figuras cuando vienen al Madrid, Neymar ha de tomar en consideración las condiciones de juego. No es lo mimo jugar en un equipo de doce y contra nueve que al revés, pues leo que el Barça ha acabado ante nueve jugadores en tres de sus últimos siete partidos oficiales. Esto ya lo dijo Mourinho hace cinco años, pero Mourinho era un caballero de derechas cuya obligación en un régimen socialdemócrata es no decir nada que moleste a los que se dicen de izquierdas.
–Mourinho provoca a los árbitros para que le expulsen a dos jugadores y así poder decir que se queda con nueve contra el Barça.
Mourinho regresó a la pérfida Albión y, cinco años después, el Barcelona ha acabado ante nueve jugadores en tres de sus últimos siete partidos oficiales. Desde un punto de vista pipero, sin embargo, siempre apetece hacerle un “Rufufú” a Luis Enrique: quitarle a Neymar sería otro “robobo” de la “jojoya”.
GORDOS Y FLACOS
Se empezó a decir que Benítez estaba gordo y lo despidieron, y se empezó a decir que James estaba gordo y lo dejaron en el banquillo. “Lo de que estoy gordo j… mucho, soy profesional”, se quejó el colombiano, que es un cazador, como todo zurdo, benditamente inútil, pues la cacería, como todo deporte noble, tiene su belleza en su inutilidad. Los piperos han emprendido la cruzada contra el sobrepeso como siguiendo los consejos (y lo que es peor, los menús) de Jamie Oliver, pero uno mira detenidamente al equipo y no se ve que los que juegan sean varillas de cohete. “¡Pero qué c… tiene Marcelo!”, me dijo el otro día una amiga, “¡si parece que corre en una nube!” Una nube de Giorgione y el Veronés, cuyas nubes son como borlas de polvera femenina. En ese vestuario sólo puede presumir de peso Sergio Ramos.
Se empezó a decir que Benítez estaba gordo y lo despidieron, y se empezó a decir que James estaba gordo y lo dejaron en el banquillo. “Lo de que estoy gordo j… mucho, soy profesional”, se quejó el colombiano, que es un cazador, como todo zurdo, benditamente inútil, pues la cacería, como todo deporte noble, tiene su belleza en su inutilidad. Los piperos han emprendido la cruzada contra el sobrepeso como siguiendo los consejos (y lo que es peor, los menús) de Jamie Oliver, pero uno mira detenidamente al equipo y no se ve que los que juegan sean varillas de cohete. “¡Pero qué c… tiene Marcelo!”, me dijo el otro día una amiga, “¡si parece que corre en una nube!” Una nube de Giorgione y el Veronés, cuyas nubes son como borlas de polvera femenina. En ese vestuario sólo puede presumir de peso Sergio Ramos.