jueves, 11 de febrero de 2016

Voto artista

Viktor Frankl


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Teníamos el toro artista, muy mimoso, que era el de Domecq. Teníamos el balón artista, que hacía muchos extraños y que atendía por “Jabulani”. Y ya tenemos el voto artista, que es el que el votante español metió en la urna en diciembre para, en nueve meses, tener un presidente.
Ese votante está hoy como el loco del chiste que se escribía cartas. “¿Y qué te cuentas?”, le preguntaron. “¿Cómo quieres que lo sepa, si no la recibiré hasta mañana?” Madrugó en domingo para votar y ahora la urna ha desaparecido.

¡Corre, y tómale la matrícula! –me gritó una vez mi abuela porque un camionero se fue sin pagar una venta.

Pero yo le tomé la tara, que era más corta.

Los votantes de derechas, que son más, pueden encontrarse con un presidente de izquierdas.
La evolución de la izquierda va del “corruto” de Pepiño al “insurrepto” de Pablemos, con “p” de psicoanálisis. Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, flipaba con los artistas que salían del psiquiatra enfurecidos por la sugerencia de que a lo mejor pintaban “para sobreponerse a un intestino estrictamente educado, o embadurnado libremente”.

Nos quieren hacer creer que la obra de Goethe no apunta hacia un ideal, a la belleza, sino a la  superación del embarazoso problema de la eyaculación precoz.

Woody Allen diría que, con esta ley electoral, votar es una… eyección. Sólo eso. Luego, como ocurre con los espermatozoides, que gane el más listo, que en España son hoy, después de Pachi López, el jurista de Promoción Profesional Obrera que no se ve “humillado ante Dios”, Snchz, que iba a acabar con la corrupción “preveyéndola”, y Pablemos, el kantiano de Vallekas, que mira a los ojos de Snchz como miraba Kant a los de una golondrina entre sus manos, “como si hubiese mirado al cielo”.
Una golondrina no hace verano, pero a Pablemos, con que le deje hacer su agosto, le vale. El votante, eso sí, está con la democracia como Quevedo con la mujer: ayuno de lo que es y ahíto de lo que lo parece.