Barrita de Sanlúcar
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No sabemos cómo termina el día Pablemos, pero sabemos cómo lo empieza. En Caracas, con guayoyo y arepas o hallaquitas. En Teherán, con una cabecita de cordero (“cale paché”) con pan y té. Y en Madrid, en la Facultad o en el Congreso, “barrita con tomate, café con leche y refresco” constituye su desayuno obrero para la inteligencia. ¡Fósforo!
Pablemos necesita fósforo para explicar su teoría de la democracia y el molar a los gentiles:
–La palabra “democracia” mola, por lo tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política. La palabra “dictadura” no mola, aunque sea “dictadura del proletariado”. No hay manera de vender eso. Aunque podamos teorizar que la dictadura del proletariado es la máxima expresión de la democracia en la medida en que aspira a anular unas relaciones de clase que en sí mismas, ontológicamente, anulan la posibilidad de la igualdad que es la base de la democracia, no hay a quien le vendas que la palabra “dictadura” mola.
Para parecer romántico, Dumas tomaba cada día en una calavera la leche de su desayuno. Para no parecer “dictador del proletariado”, Pablemos desayuna “barrita”.
Barritar, barritar, barrita el elefante, pero Pablemos es un politólogo formado en la relatividad de Newton (un descubrimiento suyo) y en la “Ética de la Razón Pura” (otro descubrimiento suyo) de Kant y desayuna barrita pequeñoburguesa sin pensar en el consejo de George Lakoff, el Errejón de Obama, en su librillo contra el elefante republicano “Don’t think of an elephant!”
No sé yo si la barrita sigue siendo el cebo más indicado para un dictador del proletariado disfrazado de demócrata. En su mano tiene ya los votos de los snobs, que son todos esos liberales gilipollas que ya en el 37 denunciara, incluyéndose, Marañón, y a Pablemos le hacen falta proletarios con quienes ejercer su dictadura. Algún obrero, aunque sea de pega, al que poder decirle, por la mañana, camino del desayuno, que tire la radial y tome la barrita.