martes, 2 de febrero de 2016

Bonapartismo

Lassalle


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El bonapartismo lo trajo a colación el viceministro de Cultura, Lassalle, un soltero de la poesía, al volver de sus vacaciones por maternidad/paternidad:

Rivera encarna un cesarismo bonapartista posmoderno.
De Rivera uno ha oído incluso que es el chico del Ibex (¿con esas americanas de Tarrasa que gasta?), pero “bonapartista posmoderno”, especie de Napoleón III pasado por Paquito Clavel, son palabras mayores.

Para Michels el bonapartismo es la síntesis de dos conceptos antagónicos, la democracia y la autocracia.

Será la democracia personificada: la nación hecha hombre –dijo de su bonapartismo Luis Napoleón en Lyon.
El bonapartismo surgió como la teoría del dominio individual originado en la voluntad popular, una chulería del caudillaje basado en el plebiscito, el baño purificador que legitimaba a toda ilegalidad.
Ahí está el reproche famoso (todos los nombres que cita vienen en la “Wiki”) de Víctor Hugo a Napoleón III (“Napoléon le Petit”) por su plebiscito del 51 para ser presidente otros diez años: “¿Quién informó? Baroche. ¿Quién investigó? Roucher. ¿Quién fiscalizó? Pietri. ¿Quién hizo el recuento? Maupas. ¿Quién lo verificó? Troplong. ¿Quién lo anunció? Usted. Es decir, que informó el villano, investigó el hipócrita, fiscalizó el pícaro, contó el falso, verificó el venal y lo proclamó el embustero.”

En España los caudillejos y los analistas veneran a la “democracia” plebiscitaria, y al plebiscito separatista de Pablemos en Cataluña añade Snchz un plebiscito socialista en Ferraz.

Snchz y Pablemos son descamisados “prêt-à-porter”, pero no dan, no ya para Napoleones, sino ni siquiera para Perones.

Perón, ídolo de Laclau, el hacedor de frases de Podemos, atribuía su éxito a su modelo, griego en vez de alemán, Alejandro en lugar del Káiser (¡Tsipras en lugar de Merkel!), con la bastante cultura para “poderle” a su pueblo.

El bonapartismo reconocía al pueblo el derecho de autodestrucción, que es en lo que estamos.