miércoles, 30 de septiembre de 2009

TAMBIÉN A ESTE CABALLERO LE GUSTAN LOS TOROS

La passió és navalla
que ens esmola a Pere Gimferrerla menuda
(Guaitant enrera)


Pere Gimferrer

"¡AQUELLAS MANOLETINAS DESPUÉS DE PINCHAR AL TORO!"

Por Patricia Navarro
La Razón


Pere Gimferrer se declara aficionado desde que tiene uso de razón y encuentra en El Viti sus primeros recuerdos de la Fiesta. De la Feria de la Merced de Barcelona no se ha perdido ni un solo festejo.

–¿Cómo se le queda el ánimo después de un fin de semana tan intenso?

–El ánimo, el alma... José Tomás estuvo admirable, muy en su estilo, aquellas manoletinas después de pinchar al toro. Esos pases que sólo los da él, porque los da de otra manera. Y la faena de Morante...

–El día anterior con Manzanares y El Juli.

–Sí, en particular Manzanares... Hay mucha poesía y mucha plástica.

–Y lo dice un poeta.

–Lo han dicho muchos poetas. Lorca, Alberti, Miguel Hernández...

–¿Qué opina usted acerca de que quieran prohibir la Fiesta en Cataluña?

–Es un disparate. El argumento más evidente es que nadie está obligado a ir a los toros. Y luego habría que averiguar de qué estamos hablando.

–¿Cuál es la cuestión de fondo?

–No está muy claro si el problema es la defensa de los animales o que entienden que es algo ajeno a Cataluña. Lo segundo es indefendible. Antes he nombrado a Alberti, a Hernández o a Lorca, pero podría hablar de Picasso, de Miró, de Dalí, de Barceló; hablo de pintores por dar continuidad al tema. ¿Hay que prohibirlo también? ¿Todo esto es ajeno a Cataluña? Entonces, tengo en mente las fotos de Miró toreando en una plaza. Digo Miró porque es uno de los representantes de la vanguardia del catalanismo cultural.

–¿Cree que hay una necesidad social de prohibir los toros?

–¿Y entonces los que estábamos en la plaza? Y los que no estaban tampoco creo que estén afectados. Esto suponiendo que la argumentación sea sociocultural. Si lo que preocupa es el animal, entonces hay que prohibir también la cacería. A nadie se le obliga a ir a los toros y mucho menos a torear.

–El desenlace será este invierno en el Parlamento catalán. ¿Qué pueden hacer los ciudadanos mientras tanto?

–Manifestar su opinión en la medida de lo posible. A mí no me gusta el fútbol, por ejemplo, pero no por eso voy a pedir que lo prohiban. No se me pasa por la cabeza.

–¿Qué valores fundamentales defiende en la sociedad catalana?

–La idea de prohibir los toros contiene tres puntos que no puedo compartir: limita la libertad del que hace algo porque lo desea y no obliga a nadie a hacerlo; encierra manifiestamente el desprecio a valores culturales catalanes y no catalanes; y tiene una idea errónea tanto del pasado como del español y del sentimiento de pertenencia. ¿Qué hacemos en Madrid en la Transición con la imagen de Bergamín y Alberti en Las Ventas? Alberti llegó a defender la independencia de Cataluña.

–El antitaurino no es una figura nueva.

–Un antitaurino era Cernuda y era sevillano. No tiene que ver con Cataluña. Miró podía ser taurófilo y en cambio he encontrado gente contraria a la Fiesta en Córdoba. Los antitaurinos vienen de muy lejos, los podemos situar ya con Eugenio Noel, en la Generación del 98.

–¿Cuándo le nace la afición a los toros?

–Desde que me alcanza mi memoria. De niño escuchaba las crónicas por radio de Julio Gallego Alonso y luego leía las reseñas.

–Y su obra recoge alusiones a la Fiesta.

–Esta tarde me entretenía pensándolo y por lo menos he hecho ocho alusiones en castellano y catalán en épocas muy distintas. Metáforas taurinas.

–¿Qué es lo que le atrae del toreo?

–Lo primero la belleza, pero también el riesgo y la imprevisibilidad. Es como un poema visual en movimiento y con muchos factores. Comparado con el léxico de un poeta son pocos los pases que maneja de manera aislada, pero cuando empieza a actuar se multiplican hasta el infinito. Esto lo desarrolla muy bien Paco Brines.

–¿Qué tiene en común el toreo con otras creaciones artísticas?

–Con el ballet, su indudable gestualidad en el espacio, pero no es lo mismo. Con la poesía, son artes de instantes sucesivos que cada uno tiene valores absolutos. Y con la pintura tiene una semejanza evidente [...].