Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
El rocío sobre la capa del amado, el amanecer entre las viñas y esa voz de gato –de gato que se bebe la leche de las tejas– de Jane Birkin: “Je t’aime moi non plus”, el himno sicalíptico que va a cumplir cuarenta años.
A los cuarenta años, la amada todavía puede ser hermosa “como un Ejército desplegado en la batalla”. Sin ir más lejos, “Barbie” se prepara para cumplir cincuenta. ¿Acaso el Renacimiento o la reforma no se jugaron entre humanistas y frailes cuarentones?
–Je t’aime moi non plus...
Me viene a la cabeza como el hilo musical de todos los bares americanos de España, donde a las tres de la madrugada mi amigo Jorge Berlanga imponía, danzando, una versión “acid” de aquel roneo lascivo de la Birkin y su marido, el agitador. (El –enésimo– agitador de la cultura francesa: Serge Gainsbourg.)
–Je t’aime moi non plus...
¿Por qué no la incluiría Shakespeare en la escena del balcón de Romeo y Julieta?
–Je t’aime moi non plus...
Nunca los sesenta habían sido tan viejos. Los donjuanes que se baten en retirada castañeteando con la dentadura del joker de la baraja sostienen que con los años ganamos la fraternización con la mujer, que vale más que la pura atracción sexual. Se levanta el taxímetro del corazón y descubrimos que lo que se gana en indulgencia se pierde en acometividad, aunque, bien mirado, nadie envejece en sí mismo, sino en la vejez de los demás.
–Je t’aime moi non plus...
El afán contemporáneo por parecer joven prueba que nuestro tiempo no ha encontrado su clasicismo, pues en las épocas clásicas nunca se supervalora la juventud, sino la vejez.
–Je t’aime moi non plus...
En realidad, los años quitan memoria a cambio de ironía.
–¿Usted no ha dicho mil cosas contra la juventud, Ruano? –teorizaba Ramón–. Pues yo nunca creí en ella ni cuando era joven. La juventud es la cosa más usada que se conoce. Todo el mundo que vivió tuvo juventud, pero lo que se quedó la mitad de este mundo fue sin vejez. Madame de Sevigné decía de su hijo: “Su juventud le llena de ruido y no entiende nada.” Jamás apelé a la palabra juventud. Juventud es lo que se busca en el mercado cuando se pide un cuarto de pollo.
–Je t’aime moi non plus...
Todo lo que es mentira, es vejez. Vivir es preferir.

