Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Casi un siglo después del chascarrillo de Camba, que rechazó un sillón en la Academia porque lo que necesitaba era un piso, el ideal español sigue revoleteando sobre el Zeitgeist de “El Idealista”: una vivienda, ese invento, ay, de los falangistas, que hicieron del piso su patria, en la creencia de que, si el españolejo tuviera algo propio que defender, gritaría ¡Viva España! en vez de ¡Viva Rusia!, cosa que impresionaba mucho a José Antonio, que bastante impresionado estaba con la visión de tantos compatriotas viviendo como animales en cuevas.
–Si no hacemos nada, pronto sólo habrá dos clases de españoles: los que heredan un piso de sus padres y los que no –ha dicho Sánchez, poniendo así en entredicho la figura catalana del “hereu”, pues su plan es que nadie herede nada, como pedía Bakunin para escandalizar a Marx, para quien la herencia era una rama del capitalismo, y él quería cortar, no la rama, sino el árbol, cosa que no conseguiría ni Alinsky, que tenía calada a la humanidad y dividida en tres partes: los que tienen, los que no tienen y los que teniendo poco quieren más.
Dos clases de españoles, pues, según Sánchez, como las dos clases de romanos que contaba Cueto luego de ver “Quo vadis?”: los de Hollywood (más altos, guapos y divertidos) y los de la TV (cotidianos, con problemas psicológicos y sin flequillo a lo Marlon Brando). Romanos de piso y romanos de pensión.
En la discusión del Código Civil de 1889, un senador catalán defendía lo suyo diciendo que el país más eminentemente fabril del mundo, que era Inglaterra, estaba sometido a un régimen hereditario enteramente análogo al de Cataluña:
–Así como el señor don Luis Silvela (¡el sobrino de don Francisco!) se enamoraba de la viudedad aragonesa, el señor don Francisco Silvela (¡el tío de don Luis!) se enamoraba de la institución del “hereu” catalán.
Bueno, pues con el “hereu” catalán acaba Sánchez de un puntapié bakuniano, dejándole heredar, en lugar de la casa familiar, un abono igualmente familiar del Barça de Laporta, o sea, que los libera del Caribde individualista arrojándolos en la Scila colectivista. ¿Qué harán los catalanes, único sujeto constituyente que cuenta hoy en España? La indivisibilidad del patrimonio es institución con poso, y la diferencia entre el primogénito y el segundo la establecía la religión. Fustel de Coulanges cita a los primeros arios, que decían que el primogénito ha sido engendrado para el cumplimiento del deber respecto a los antepasados…
–Los otros han nacido del amor.
El 78 ha hecho de todos los españoles unos hijos del amor, sin piso donde emboscarse como quería Jünger. Claro que Cataluña, según Pla, es tierra de desconfiados, “de retorcidos, de personas convencidas de que aquí se puede hacer todo a base de adoptar el aire del campanero cuando pasa a cobrar las sillas de la iglesia”, que es el papel institucional de Bolaños, cuyos hijillos no querrán alquilarle un piso a Wyoming.
[Viernes, 17 de Enero]

