Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La catástrofe de la gota fría (DANA, en la neolengua del climatismo) ayuda a visibilizar mejor la nueva España (Península Ibérica, en la neolengua vaticana): somos una sociedad de peces muertos que la torrentera del 78 arrastra con todo hacia la nada.
–Los diputados no estamos para achicar agua –amenaza en el Congreso la comunista Vidal.
–Si [las víctimas de la gota fría] necesitan ayuda, que la pidan –amenaza en La Moncloa el socialista Sánchez, que supera en abyección (sin la atenuante de la senilidad) a Biden, que llama “garbage” a los votantes de Trump, preparando el “Vinicius” que en este martes después del primer lunes de noviembre los demócratas le tiene preparado.
Al fondo, el Halloween del general Carrillo, micrófono de RTVE en mano y con cara de Ike la víspera del Día-D en Normandía, perorando sobre la dificultad de desplegar a quinientos tíos para achicar agua en Paiporta. Y todos llevan razón. Nada pasó en 2020, cuando nos confinaron ilegalmente para dar rienda suelta a sus putiferios, y nada pasará en 2024, con su omisión de socorro a las víctimas de la gota fría. En tanto que Estado de Partidos, el 78 es un régimen cuyo factor de gobierno pasa por la corrupción del consenso y está blindado en la irresponsabilidad política, como se cansó de advertir el coordinador de la Junta Democrática que postulaba la Ruptura, traicionada, cómo no, por el partido comunista (los fantasmones socialistas pujaban por la ventanilla de Arias).
–Si los hombres de la dictadura renunciaban a su legalidad y los de la oposición a su legitimidad, lo que salía de los pactos de la Transición eran verdaderos cadáveres morales revistiendo, con sus despojos dictatoriales y democráticos, el desnudo reparto oligárquico del botín del Estado.
Un procedimiento mafioso de media docena de personas impuso los cinco consensos que nos desangran: reglas del juego político oligárquico (consenso constitucional); imposibilidad de enjuiciar al poder ejecutivo (consenso parlamentario); complicidad de la oposición en la razón de Estado (consenso gubernamental); descontrol del gobierno (consenso jurisdiccional); y pacto de silencio (consenso de opinión).
La responsabilidad de los gobernantes aparece con la forma representativa de gobierno y la pone en circulación Hamilton en 1787, luego distorsionada por Burke en su discurso de Bristol, cuando se saca de la manga que “todo miembro del Parlamento, aunque escogido por un distrito particular, es elegido y responde por toda la nación”, disparate que devino en dogma liberal.
–El propósito político de la corrupción de la izquierda en la oligarquía estable del Estado de Partidos es la conservación del poder a todo precio. Su fórmula infalible: la estabilidad y la duración de los gobiernos requiere que la clase políticamente reinante y la clase económicamente dominante sea la misma.
Los beneficios récord en la gran banca explican el sanchismo como en silabario.
[Martes, 5 de Noviembre]