Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La derecha culta finge conmoción por la traducción simultánea al lenguaje de signos que una ministra del gobierno hizo en el Banco Azul del “speech” que a su lado improvisaba Bolaños, Notario Mayor del Reino, componiendo triángulos o deltas con las manos. A esa derecha culta no la escandaliza la existencia de un Banco Azul en el Parlamento, y tampoco la de un ministro de Justicia, el que sea, sentado en ese Banco Azul. Para la derecha culta, “la democracia es un sistema de gestos”, y sólo a los gestos responde con sus dengues. “¡Sacar la lengua en el templo de la palabra! ¡Qué obscenidad!” Si llega a ser tan culta como Steiner, la derecha estaría denunciando el “fascismo de la vulgaridad”.
Vulgaridad, para entendernos, es el “¡Luis, puedes sentarte!” del mequetrefe que presidía la Convención al que había sido su rey. O que nuestra Constitución fuera aprobada por una simple Asamblea Legislativa, y no por unas Cortes constituyentes. Así, pues, la vulgaridad general de las opiniones políticas no viene de las ideas tópicas que la sustentan. Lo tópico, como dice mi ensayista, suele ser falso, pero no vulgar:
–La vulgaridad de los escritores de tópicos proviene del tipo vulgar de poder político al que apoyan, capaz de engendrar una infinidad de vulgaridades más dañinas.
La oratoria, para los clásicos, es una ciencia que nace de cierto punto de calor, y los descamisados españoles vamos siempre calientes con una frase de Bolaños, como aquel personaje de Proust iba siempre suspendido en una “frase” de Vinteuil. Cuando Bolaños dice en el Banco Azul: “Por conocer en profundidad las pesquisas de los autos…”, la ministra traduce con señas de mus, haciéndonos ver que tiene, o los tres reyes (morderse el lateral del labio inferior) o los tres pitos (sacar la lengua lateralmente), lo cual, en el mus de Bolaños, significa que está en posesión de los tres ases o poderes del Estado, Presidencia (Ejecutivo), Relaciones con las Cortes (Legislativo) y Justicia (Judicial), un guiño de ojo (seña de la Treinta y Una) a Hamilton, que situó la tiranía “donde todo está en una mano”. ¿Había necesidad de traducirlo? Bueno, los oradores saben que un gran descenso de voz (Lee Marvin cantando “Estrella errante”) o una pausa de absoluto silencio (Jesús Quintero) pueden causar un escalofrío de emoción… Para el auditorio español, tan variado en sexo, edad y condición, sigue valiendo la receta de Pemán: “Espuma para las mujeres, cifras para los pedantes, trémolo para los emocionales, ironía para los frívolos, gritos para los adormilados…”
Pero la inmensa minoría de la derecha culta (Pons, Sémper, Cayetana) juega a representar el fin de lo decimonónico como Juan Ramón, dandy y señorito que fue con traje gris y guantes a visitar a su amigo Villaespesa, en cama con fiebre; le estrechó la mano, sudosa de calentura, y al salir, con disimulo, se quitó los guantes y los dejó caer en la acera.
[Martes, 29 de Octubre]