Portada sobre la Guerra ruso-japonesa de la revista satírica Cu-Cut!, 12 de febrero de 1904.
Rusia y Japón disputándose el reloj y el monedero que habían robado en China.
blogs.ua.es
Rusia y Japón disputándose el reloj y el monedero que habían robado en China.
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“SABOTAGE” PRÁCTICO CONTRA LOS PATRONOS
Por Julio Camba
Se ha dicho que hasta ahora los periodistas madrileños no habían empleado contra sus empresas ningún procedimiento revolucionario, y esto es inexacto. Durante la guerra rusojaponesa, yo era redactor de un periódico donde nos pagaban con bastante dificultad. Sobre todo, considerábamos humillante la clase de moneda con que se nos hacían los pagos, y que era: o calderilla, producto de la venta en la Puerta del Sol, o sellos de Correos, que acabábamos vendiéndole, mediante un considerable descuento, al propio administrador que nos los había entregado.
–Crean ustedes –solía decirnos aquel señor– que al tomarles a ustedes a diez céntimos estos sellos de quince, hago un gran sacrificio. Nosotros somos un periódico muy liberal y tenemos para toda nuestra correspondencia la franquicia parlamentaria...
No había medio de que se nos liquidase en plata ni con regularidad. ¿Qué hacer? La huelga era imposible, y decidimos recurrir al sabotaje. En todos los telegramas de la guerra que nos mandaban las agencias nosotros le quitábamos un cero a la cifra de los muertos, y así, mientras los demás diarios, a la hora del desayuno, les servían cuatrocientos o quinientos cadáveres a sus lectores, el diario saboteado sólo les servía a los suyos cuarenta o cincuenta. La diferencia era enorme. Toda la prensa nos ganaba en interés y emoción. A la hora de tomar café, cuando el lector de nuestro periódico se ponía a discutir la guerra con sus amigos, el papel que hacía era sumamente lamentable. Todo el mundo presentaba bajas a centenares y él no podía sacarlas más que por docenas. Muchos suscriptores se borraron, diciendo que carecíamos de amenidad y que éramos unos malos periodistas.
–Habrá que hacer un gran esfuerzo –nos observó un día el propietario.
Y entonces nosotros le planteamos nuestras condiciones: pago puntual y moneda de plata o billetes de Banco. El propietario aceptó y, durante varias semanas, en vez de suprimir, le añadíamos un cero a toda cifra de muertos. Fue un éxito formidable. Las otras empresas se volvían locas pensando en qué procedimientos serían los nuestros para obtener unas informaciones tan completas. Llegamos hasta a matar a muchos heridos en riñas de los alrededores de Madrid, heridos que los otros periódicos dejaban simplemente moribundos. Luego decidimos que este esfuerzo gigantesco estaba muy mal retribuido y lo abandonamos.
–Por mucho que nos paguen –dijimos–, nunca nos pagarán lo bastante. Indudablemente no vale la pena matar a nadie por cuenta ajena...
Yo someto a la consideración de mi sindicato el procedimiento de lucha periodística que acabo de referir. Las empresas periodísticas no son, después de todo, más que una modalidad de las empresas funerarias, y nosotros somos unos sencillos empleados de pompas fúnebres que hacemos, según los diarios que nos han contratado, entierros de primera clase, entierros de segunda y entierros de tercera...
(Del libro Maneras de ser español, de Luca de Tena Ediciones)