Fernando Villalón
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
“Oriente no es nada más que divertido”, le dijo una vez a Ruano el conde de Keyserling, una especie de Savater alemán más serio, más alto y más guapo. También le dijo que el país con más porvenir era España. Y le explicó cómo veía él los grandes movimientos:
–Primero América, luego Rusia y al final el renacimiento español.
Según estas cuentas, la hora de España habría llegado. Sólo hay que ver cómo habla Zapatero en la casa del padre de Kojo Annan, donde por dos veces ha propuesto una Alianza de Civilizaciones. ¿Alianza contra quién? Contra la derecha, que es América. ¿Qué civilizaciones? La de los progres agnósticos del Occidente con la de los clérigos recalcitrantes del Oriente. ¿Por qué medio? El sentimentalismo creativo. ¿Con qué fin? “Osama, mátanos.”
Y nadie se asombra.
El acto primordial de asombrarse, dice Steiner en “La idea de Europa”, y el desarrollo teórico-lógico es platónico y aristotélico hasta la médula: “De ahí, en última instancia, el avance de la ciencia y la tecnología europeas y, posteriormente, americanas por encima de todas las demás culturas.”
¿Cómo? ¿Unas culturas por encima de otras? Esto no viene en mi Kipling, que dice que el Oriente es Oriente, el Occidente es Occidente y jamás se encontrarán.
–Vea mucho y lea poco –fue el consejo del conde de Keyserling a Ruano.
Vemos que los españoles hemos puesto en la Onu el semen –por decirlo en el lenguaje a la moda del alto capitalismo catalán, ese vaso de agua clara– de la Alianza de Civilizaciones y, dentro de nueve meses, ya veremos. Nadie nos asegura que la cosa no tendrá éxito, y que no tendremos que hacer lo que el gran Villalón propuso como solución para las plagas de langosta en el campo: capar los machos. Pero estamos hablando de mucha propaganda y, por tanto, de muchísimo dinero. ¿Quién regateará en el seno de semejante Alianza? Porque la civilización, como creía el Séneca de Pemán, empezó el día en que el que pedía veinte se conformó con diecisiete, y maduró del todo el día en que pidió veinte el que en realidad sólo quería diecisiete.
Yo creo que sí, que vuelve a ser la hora de España. Regateemos. El camino nos lo muestra el valleinclanesco Ancho Quintana, que aboga por un Estado con muchas naciones. Esto, desde luego, no viene en el Touchard, pero ¿qué importa? Lo definitivo es que seamos muchas naciones, y todas regateando para saldar la deuda histórica con una sola, que es “Galicia, hey, miña terra nai”.