viernes, 22 de marzo de 2024

Primavera en la charca



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


España es una demonarquía, o gobierno de las ranas, dice Alejandro Sawa en lo de Valle-Inclán, y lleva más razón que un santo, que es lo que fue Sawa. Biden, es un decir, nos ve como san Agustín a los donatistas: sentados como ranas en nuestra charca, croando “somos los únicos católicos”. Pero nosotros, no ya como católicos, sino como ranas, dejamos bastante que desear. Ya es primavera en la charca, y el gadejo, como llaman los cubanos a las ganas de joder, nos convierte en “cacouacs”, como llamaban los franceses a los “philosophes”, por su croar.


Croando su amnistía, el afrancesado Bolaños (La Moncloa, único rincón francés en este páramo madrileño, decía también Max Estrella), no es un “philosophe”; sólo otra rana, pero tan “cacouac” como esos juristas que hacen que se oponen a la amnistía con el cuento de que la amnistía acaba con la separación de poderes, y no: precisamente porque nunca ha habido separación de poderes es posible esa amnistía.


Afrancesada por La Fontaine y relatinizada por Fenelón, la fábula de Fedro (“Las ranas y los toros”) va de unas ranas asustadas en su pantano viendo luchar a dos toros por una novilla blanca: saben que el perdedor será desterrado y querrá reinar en el pantano, aplastándolas a ellas. Es la descripción exacta de la situación de la España del 78 (“¡homologarnos con Europa!”) en el mundo, donde pintamos lo mismo que la blanca doble en el dominó. Si nos dicen país de rojos es porque toros y ranas comparten la querencia por la rojez de la muleta y la amapola.


Al sol de la charca, cuando todo en Europa es ilusión de guerra, la novilla blanca sería Ucrania, y los toros, América… y Alemania. El toro militar frente al toro económico. Los demás, ranas de charca, como nosotros, y restos de animalario en un almacén de taxidermia de la Guerra Fría: el viejo oso ruso, la vieja raposa inglesa que decía León Felipe, el “coq” de la coquetería francesa..., todo tan obsoleto, al decir de Emmanuel Todd, como el boomer Brzezinski, “uno de esos polacos absurdos que, a través del odio a Rusia, aseguraron la grandeza de Alemania”.


Obsesionado con Rusia, Brzezinski no vio venir a Alemania. No vio que el poder militar estadounidense, al expandir la Otan a los países bálticos, estaba forjando un imperio para Alemania, inicialmente económico, pero ya político.


Para Todd, “la verdadera pregunta histórica actual que nadie se hace”, y él lo hacía en 2014, es la siguiente: “¿Aceptarán los estadounidenses ver esta nueva realidad de una Alemania que los amenaza y, en caso afirmativo, cuándo?”


Cuando conocemos, dice Todd, la inestabilidad psicológica que caracteriza históricamente la política exterior alemana, y su bipolaridad, en el sentido psiquiátrico, en su relación con Rusia, resulta bastante preocupante.


Soy consciente de que hablo con dureza, pero Europa está al borde de la guerra con Rusia y ya no tenemos tiempo para ser civilizados y tranquilos.


Idus de marzo. Diez años ha.


[Viernes, 15 de Marzo]