martes, 21 de julio de 2020

Triste final


 Luis Carrión, a 2ªB con el Numancia


Sandoval, ¿a 1ª con el Fuenlabrada?


Francisco Javier Gómez Izquierdo

         La descorazonadora realidad nos demuestra que el virus chino no ha dejado de rebullir. La LFP, la FEF y los clubes de Primera y Segunda que son organizaciones de las que se espera responsabilidad, rigurosidad y sobre todo previsión, creo que tras el confinamiento tendrían que haber supuesto la tremenda incidencia de ayer en Riazor, más que nada por demasiado probable -si no en tan señalada fecha y momento, sí en cualquier partido de junio o julio- y tener escrito en un papel como habría que proceder en situación semejante.
         
Hubiéramos sabido a qué atenernos por mal que nos pareciera. Por ejemplo, dar por perdido el partido al equipo con más de cinco infectados. Si menos, pruebas a los sanos, y a jugar. Se protestará: “encima de enfermos, perder los puntos”. Así le pasa al opositor que domina perfectamente el temario y se pone malo el día del examen o al casi seguro medallista olímpico que el día antes de la final se tuerce el tobillo bajando una escalera. Si lo trasladamos al derecho laboral donde el obrero de una fábrica de baja por enfermedad deja de percibir las primas de productividad y ha de conformarse con el sueldo base, a la acusación de trato injusto no le queda más remedio que tambalearse y caer. Cabría también tirar por la tremenda y suspender la competición... pero ¡ay, el fútbol de la tele!  De todos modos, lo que es injusto para todos no supone ventaja para nadie.
      
El partido de la noche y al que un servidor iba a estar atento era el Deportivo-Fuenlabrada. La noticia de la suspensión no acababa de creerla y que el resto jugara me pareció un fraude a la competición. No nos hubiera parecido extraño que el Depor se pusiera por delante en el marcador y trasladara nervios tan atenazadores como letales a Lugo, Albacete y Numancia. Nervios que impiden fluidez en las capacidades y recursos técnicos y que con frecuencia sentencian a los equipos de espíritu más frágil. El fútbol también es un estado de ánimo. La decisión que se tomó a la carrera quizás sea la menos mala, pero es indudable que si estuviera prevista la circunstancia, a los perjudicados no les quedaría otra que aceptar y apechugar con la mala suerte.
      
¿Cómo se afronta ahora el Deportivo-Fuenlabrada con los futbolistas gallegos sin ganas de jugar? ¿Es justo que el equipo que ha sobresaltado la competición afronte el partido decisivo con más ventajas que el resto, a saber: Elche, Rayo y sobre todo Deportivo? Dice Paco Jémez que uno de sus jugadores, Qasmi, comió o cenó en Madrid con jugadores del Fuenlabrada y que lo apartó preventivamente. La confesión de Paco da idea de la inconsciencia de las plantillas -recuérdese a Banega y a De Jong barajados con mucho personal ante un asado- y el mal ejemplo que supone para las personas responsables que los más inconscientes saquen ventaja. Es posible que el contagio del Fuenlabrada haya llegado por vía insospechada. El autobús, un poner, el suministrador del agua embotellada o el de las mascarillas... ¡a saber!, pero el caso es que al Deportivo, al Numancia, al Elche y al Rayo, se les ha hecho la puñeta y no han competido conforme marca la normativa.
     
Yo, por quien más  lo siento es por el Numancia, aunque reconozco que esperaba una trastada del Cádiz, del VAR o de los dos a la vez. El Cádiz sacó reservas, incluso debutantes y se marcó un encuentro que cabreó mucho a su entrenador al final. “Hemos regalado el partido”, soltó Álvaro Cervera ante la prensa. En el minuto 87 Bodiger, excordobesista, intentó controlar un balón en el área grande de espaldas a su propia portería; el rebote del balón le rozó el brazo involuntariamente, sin nadie del Albacete a su lado; el señor Vicandi Garrido acudió a la llamada del VAR y concedió penalty. Maikel Mesa convierte. 0/1. El Albacete permanece y el Numancia, salvado hasta el minuto 90, desciende.

      Noche triste. Infernal y triste.