jueves, 23 de julio de 2020

Azorín, el periodismo de poner una cosa detrás de otra

Azorín, por Bagaría 1915


ABC AL PASO

Poner una cosa detrás de otra

AZORÍN, EL PERIODISTA SUPREMO EN CASTELLANO QUE “ESCRIBE EN CATALÁN”

    
Como periodista, José Martínez Ruiz, Azorín (¡tío del actor pasmado Luis Ciges!), es, más allá del estilismo, el artista supremo (¡sin Cávia!), menos cuando tantea la política.

    –Cuando Azorín escribe de política –resume el Caballero Audaz, muchos españoles que le admiran se descorazonan.
    
Ante los retóricos de la subordinada, Azorín impone el atajo de la navaja de Ockham, con su menos es más y su morseo tuitero: “El poner una cosa detrás de otra; en eso estriba todo el arte del periodista”.

    –Y, ¿cómo firmará usted, amigo Martínez Ruiz, en el ABC? –le pregunta don Torcuato.
    
“Azorín”, naturalmente.
    
ABC nace diario con una crónica telegráfica (la primera en España) de Azorín, escrita con su “mano gorda y blanda de benedictino” en la Ópera de París durante la función que el presidente Loubet ofrece al Rey de España (que va a Londres para buscar novia), víctimas, a la salida, de una bomba anarquista. Es el mismo Azorín que luego se hace de Lerroux y predica la República “por creer que con ello trabajo por la prosperidad de España”:
    
¡Desdichada España, si la República desapareciera! Los horrores de la gran Revolución francesa y los de la República rusa serían pálidos al lado de lo que aquí ocurriera.
    
Y defiende al partido socialista como árbitro de la República, lo cual, en la distancia, deja a Baroja como único escritor políticamente coherente en España, donde los periodistas huyens de estudiar filosofía política como gato del agua.

    ¿Y el don azoriniano para el detalle? Una noche, en Toledo, se sienta en una plazuela solitaria. Hay luna, y un mozo cargado con un ataúd blanco, “chiquito”, llama a un portal: “¿Es aquí donde han encargado una cajita para un niño?” No es allí. En la cajería (funeraria, en Castilla) han tomado mal las señas.
    
La nacionalidad la ha creado en España la Iglesia –descubre en una visita al Greco.
    
Excelente escritor. Lo que pasa es que no sabía el castellano –“sornea” Pla–. Castellano es la frase larga que se termina generalmente en cola de pescado. Azorín escribe en catalán.
    
“Nación de naciones” escribe en el 18, cuando el Ejército useño lo invita a visitar sus posiciones en Francia. Elogia el federalismo americano, inspirado en Walt Whitman (“Here is not merely a nation but a teeming nation of nations…”)
    
Nosotros –el 98– hemos combatido la frivolidad. Lo privativo de la frivolidad española es hablar sin estar enterado de un asunto.
    
Un día del 16 Luca de Tena, con susto de salud, resuelve vender “Prensa Española” a Urgoiti, y como garantía de discreción, le pide la casa al Gran Silencioso:
    
Tomé un libro y me aislé en un rincón, haciendo propósito de abstraerme en la lectura. Lo conseguí. Su conversación duró hora y media. Ignoro lo que trataron.
    
Otro día marchó a predicar el socialismo, y en la Casa de ABC quedó el dicho de que nadie es imprescindible: “Azorín se fue y no pasó nada”.

La nacionalidad la ha creado en España la Iglesia