viernes, 21 de febrero de 2020

Un Estado suicida y antinacional





Hughes
Abc

Mientras dos trabajadores permanecen sepultados en el vertedero de Zaldívar y un silencio «omertoso» (sobre todo televisivo) protege la cuestión, PNV y PSOE siguen con sus tratos y acuerdan un calendario para ceder competencias como la gestión de la Seguridad Social y las prisiones, lo que ya vemos en Cataluña que sirve para soltar a quien le parezca al poder político local.

Pero esto, no protesten, es sólo desarrollar el Estatuto de Guernica, y una vez desarrollado habrá que aprobar otro que «actualice las relaciones históricas y bla, bla, bla». Para entonces, los «constitucionalistas» se quedarán, en el mejor de los casos, defendiendo Guernica, justo lo que les llevó hasta allí.

El rizo de las «Autonosuyas» siempre admite un bucle más, y la nueva ocurrencia vasca es repartir sus residuos entre el resto de comunidades. España como mercado, playa o vertedero, cuando digan y como les convenga. También como granero fiscal. Lo de la Seguridad Social debería mover a escándalo, pero en las próximas semanas oirán hablar de la brecha de género y nada de la brecha de las pensiones. Que un pensionista vasco gane mucho más que un extremeño no inquieta a los presuntos igualitaristas. La desigualdad, además, se adorna aquí de asimetría política. El PNV puede decidir en Madrid, y los catalanes aspiran a «armonizar» fiscalmente a los madrileños, pero los meridionales ibéricos no pueden decidir sobre unas regiones que se blindan con «estructuras de Estado» y elevan la barrera de entrada del idioma.

No sólo se ven afectadas las relaciones de la parte con el todo, también es preocupante el tipo de sociedad que desarrollan estos regímenes. El gobierno vasco proyecta una nueva ley del empleado público que limite su capacidad para discrepar de la administración. El principio de lealtad, que sistemáticamente incumple en lo institucional el nacionalismo vasco, lo interpreta dentro de un modo monolítico y unísono.

Así, los españoles pagan unos impuestos crecientes a un Estado que amplía el desequilibrio territorial y toma decisiones para su propio debilitamiento. Un Estado antinacional, estructuralmente desigual y suicida en beneficio de una casta partitocrática corrupta y, no lo olvidemos, de sus corruptores o corrompidos.