viernes, 7 de febrero de 2020

Redondo humilla el peluquín



REDONDO INCLINA LA CERVIZ

 Hughes
Abc
 
Lo escribió en un tuit Ruiz Quintano: «Redondo hace lo que Josep Piqué con Bush, pero con más mérito, porque lo hace ante un Don Nadie y encima se arriesga a que se le caiga el peluquín».

Efectivamente, Redondo humilló el peluquín, injertado o adherido, pero peluquín, ante un inhabilitado delirante cuya opinión de los españoles, fijada por escrito, no ofende a Sánchez y a sus socios por «ultraultrasupremacista».

Alguien podría decir que con eso humillaba también a España, pero Redondo no es nadie. Redondo es un ministrillo no electo y penumbroso que huye de la fiscalización parlamentaria en el gabinete del Caligari Sánchez, donde las cosas ajenas se traspapelan e igual acaban en un libro, y cuya genialidad de brujo estratégico se explica por una situación mediática que les permite a Sánchez y a su gobierno mentir, desdecirse, pactar con los herederos de ETA o pasear a Miss Delcy sin que le llegue una sola factura. Así cualquiera. En ese «laissez faire» prebananero, cualquiera.
 
Ayer Sánchez fue a habilitar al inhabilitado y a elevar el golpismo a la altura de interlocutor válido. Habló de «bilateralidad», «conflicto» y «contencioso», porque ya nos habían dicho que el golpe fue una ensoñación. Sánchez tiene algo en común con Torra: los dos se dedican al chuleo institucional. Por eso insistió ayer en que ya no hablaba de instituciones, sino de personas. Ni siquiera de ciudadanos. Personas. El tono personalista, confuso y sentimentaloide es necesario para el juego de trileros federalistas que se avecina, atmósfera a la que contribuirá un sistema mediático sumiso. Sencillamente, no le interesaba hablar de sus obligaciones institucionales porque no está a la altura de ellas. Torra las traiciona sin legalidad y sin legitimidad; Sánchez con lo primero, pero sin lo segundo. Porque (tradúzcanlo a todas las lenguas oficiales): Sánchez ha mentido.

Y como corresponde al temible desahogo de alguien en su posición, con su supervivencia como única lealtad, ayer no sólo se permitió reconocer como interlocutor al golpismo, o someterse a un grotesco paseíllo de revista a unos Mossos en plan fuerza republicana, sino que además anunció «un nuevo proceso» y un diálogo en el que la ley sea «condición» pero no baste. Esta frase resume sus intenciones: «La ley por sí sola tampoco basta». Hay que llegar a otro sitio que no es la ley, al menos esta ley, por el camino del diálogo bilateral.

No extraña que Sánchez hablara de España como «sociedad» y Torra se refiriera a Cataluña como «nación milenaria». Ausente la nación española, que Sánchez niega pero de la que Sánchez no puede disponer, ayer se humilló sólo un peluquín áulico, quizás lo primero que vea el presidente cada mañana al entrar al despacho.