martes, 10 de junio de 2014

Las dos almas de la "torcida"

  


Hughes
 Abc
Al abrir un periódico brasileño se leen cartas de ciudadanos que confiesan desear la derrota local. Van incluso más allá. Dando sus nombres y apellidos, afirman que «torcerán» contra Brasil. Torcer es algo que excede el mero deseo de espectador e incluye cánticos, gritos, y, sobre todo, la acumulación dirigida de toda la fuerza mental y supersticiosa posible. Ciertamente, el clima opinativo antes del Mundial no es la unanimidad. Y eso que todo en Brasil tiene que ver con la Copa del Mundo. Todos los anuncios hablan de ella. Es como si todas las marcas fueran patrocinadoras. Neymar y Thiago Silva están hasta en la sopa y no digamos Pelé. Es muy difícil estar veinticuatro horas en Brasil sin leer o escuchar alguna opinión de Pelé. En España hubiera sido normal que surgiese una especie de antiespañolismo (añadido al ya existente) de puro hastío. Pero en Brasil, que son incansables para el fútbol, lo que está detrás es un intenso debate político. En la prensa recuerdan una frase del periodista Lima Barreto al respecto: «La alta función social del fútbol, su papel, es crear disensiones profundas en el seno de la vida nacional».
Aunque desde fuera las protestas brasileñas hayan parecido un crescendo que llegaría a su crisis o al paroxismo con el Mundial, el momento de mayor intensidad se produjo hace un año y coincidió con la Copa Confederaciones. Cuando Scolari toma las riendas del equipo, define el once, apaliza a la España campeona y el nuevo Maracaná sorprende con una interpretación a capella de su himno. Fue en junio de 2013. Asustada por la violencia, la FIFA llegó a amenazar con la retirada del Mundial, harta también de los incumplimientos del gobierno brasileño en cuanto al calendario de obras. Los manifestantes clamaban contra la corrupción y pedían mejores servicios públicos. Las protestas se fueron enfriando. Ahora, un año después, en los periódicos se pasa revista al grado de cumplimiento de lo prometido entonces por el gobierno de Dilma Rousseff, con resultados no del todo satisfactorios.

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