viernes, 6 de junio de 2014

Haikus Bilardo

Cumbre del bilardismo
Argentina-Alemania
29 de junio de 1986 

Hughes
Abc

El Mundial permite volver a los viejos ídolos del fútbol, salir del aburrido parque doméstico. Uno de mis personajes preferidos es Bilardo. Soy Bilardista desde su estancia en Sevilla. Me cautivó su sistemático boicoteo a las reglas de la deportividad. Porque un hombre que es capaz de rechazar abiertamente el fair play como “un invento de los ingleses” no puede ser un cualquiera. Sólo una vez sentí después esa traviesa admiración. Fue el día en que en el campo de la Juve, celebrando el scudetto, colgaba esta pancarta dirigida a Moggi: “El fin justifica los medios”.

Pero Bilardo es más que eso. Es el humor descacharrado y la ruptura del gran sopor hipócrita del fútbol. Ese tipo de entrenadores que hablan en las ruedas de prensa como en una timba: “Las mujeres son como los futbolistas. Si no quieren cambiar de posición no hay que insistir”.

Con motivo de Brasil 2014 sacan ahora en Argentina un curioso libro titulado “Haikus Bilardo”, que repasa los dos mundiales en que fue seleccionador. El del 86, donde “campeonó” con Maradona y el del 90. El mundial en el que, según algunos testimonios, desde el banquillo de Argentina se ofreció a los jugadores de Brasil una misteriosa bebida con efectos somníferos. Dormir al rival al ir a auxiliarle. Bilardo era de una maldad de cómic, como Jerry haciéndole a Tom todo tipo de perrerías antes del partido.

Lo maravilloso del libro es que el repaso lo hace con poesía. Y no cualquiera. Repasan a Bilardo a través de haikus, esa especie de cupcake poético nipón. Y adaptan su métrica al 3-5-2, el sistema favorito de Bilardo. Crean, por así decirlo, una forma métrica bilardista.

La genialidad, como ven, es menuda. Bilardo a través del haiku, robándole la poesía a los líricos del balón. ¿Podrán explicarse suficientemente las gestas de este antihéroe con tan reducida forma? ¿Admitirá el bilardismo esta última belleza?

Humildemente, ofrezco aquí un haiku bilardista, homenaje al gran míster (aunque quizás míster no sea la palabra…), de genialidad incomprendida:

¡Pisalo!

No mira el balón

podés