sábado, 5 de octubre de 2013

Carne




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Quien piense que el nacionalismo es carnívoro y el fascismo es hervíboro, medite esta declaración judicial de un diputado catalán en Madrid, el señor Sánhez Llibre (“Llibre” por catalán, que a solas con el “Sánchez” a saber qué sería hoy de él en Barcelona):
    
Pensé que en Blanquerna iba a haber una carnicería.
    
Y, al parecer, ofreció detalles que darían para un documental de Oliver Stone: por ejemplo, cómo él (Sánchez, no Stone), epígono involuntario de Suárez y Gutiérrez Mellado, amenazó con una baqueta a los fascistas, pues “pensaba que iban a agredir al delegado del Govern”, que empezaba su discurso, si bien en seguida soltó la peana (es democristiano) “para no contestar a la violencia con más violencia”.
    
De joveznos, cuando la Santa Transición, nos impresionaba mucho Leguina, que, con más voz que carne, como Lope decía de los ruiseñores, blasonaba de haber defendido pistola en mano el Palacio de la Moneda cuando el pájaro negro del fascismo, la aviación chilena, se cernía sobre Allende.
    
Leguina era en Santiago un estudiante de demografía y el señor Sánchez es en Madrid el portavoz de Convergencia, socio de la Esquerra que homenajea en el callejero de Santa Coloma de Cervelló al “carnicero Martínez Vendrell”, en glosa de José García Domínguez, que se deja llevar por las apariencias de dos hechos que en su día dieron que hablar: los fallecimientos de los señores Bultó y Viola mediante bombas de relojería pegadas al pecho de las víctimas y activadas por control remoto: los fragmentos de los cadáveres, incrustados en el techo y las paredes, tuvieron que ser extraídos por los bomberos.

    –Passatge Jaume Martínez Vendrell. Patriota Català, 1915-1989.
    
Eso dice la placa, con la tilde, por cierto, de Martínez en su sitio, mientras que los académicos de la Española mantienen en la puerta de la Docta Casa su indocta “Calle de Ruiz de Alarcon”, sin acento, en lo que discuten la definición paulina de carne.