jueves, 24 de octubre de 2013

Real Madrid 2 – 1 Juventud de Turín

Murallas de Jericó
Piperos en el asfalto
 Casillas al aparato
La horda juventina (?)

Banderas de nuestros padres 

A por la Décima 

Jarroson

-De entre toda la maraña de antiguos muebles mourinhistas apilados en el desván y el catálogo de fachadas renacentistas de la mesa del recibidor se adivina una intención de control y verticalidad convenientemente mezclada, pero de momento todo es una ideología que se debate de lunes a viernes en los pasillos de las casas prefabricadas de Valdebebas, la única certeza a día de hoy. Consuela saber que el Madrid dispone de 14 futbolistas útiles en un partido y 17 a disposición del entrenador entre semana capaces para ello.

-La segunda parte quedó marcada por el derecho de pernada de un árbitro con pinta de trabajador de ventanilla de una caja de ahorros de un pueblo de Soria. Expulsó sin motivo a Chiellini y a la fiesta de los locos se sumó Ancelotti con sus cambios lisérgicos, que trasladados a la literatura son un capítulo de Rayuela después de un cocido madrileño. Lo más accesible que hizo Carlo fue no mezclar a Benzema y a Morata en un solo cambio para que la entendida afición del Bernabéu (60.000 tíos se repiten eso por las mañanas mientras se miran al espejo del As en la barra del bar) no se cargue al francés, que tiene un fútbol apto para paladares aficionados a la cocina minimalista. Luego llegó la traca final de Bale en la derecha y en el centro, que es el sacrificio de Isaac a manos de Abraham, para que el dios Florentino vea que Carlo es un hombre de fe.

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