sábado, 14 de septiembre de 2013

El editorial

 El Cid en pleno triunfo la tarde de los 6 victorinos en Bilbao


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Como la salud en el hospital, así la ley en España: un escándalo.

    Por eso, al editorial de ABC pidiendo al gobierno el cumplimiento de la ley, la intelectualidad de la región más corrupta de España (según la Unión Europea) ha respondido con gritos de ¡caverna!, ¡caverna!, versión culta del ¡asesino!, ¡asesino! de la muchachada de Mercasevilla al concejal que la denunció.

    En esta sensación de abandono legal late algo del “Sueño” de Jean-Paul Ritcher, con los niños muertos preguntando si tienen padre y el Cristo respondiéndoles: “Todos somos huérfanos”.
    
Sobrepasado por los acontecimientos, el sistema político quiere defenderse con abogados, que, como todo el mundo sabe, no están para hacer cumplir la ley, sino para enredarla.

    Además, lo que intimida de un abogado es la minuta, y ya sabemos que aquí todas las minutas que pasen los abogados que Madrid envíe a Cataluña las va a pagar… “Madrit”.

    –¡Espero no tener que vivirlo nunca más! –decía en TV María Soraya, vestida de azul pavo, como El Cid en la épica tarde de los victorinos en Bilbao.
    
Con el golpismo incrustado en las instituciones como la hiedra que cantaban Los Panchos (“jamás la hiedra y la pared / podrían apretarse más…”), María Soraya (el cargo que representa) se ponía solemne con unos tipos que en Madrid interrumpieron una sardana al grito de Cataluña es España, con lo cual ya se puede decir que se ha merendado la cena.
    
No vamos a merendar la cena –dijo un día María Soraya para contestar a Mas, citando al pícaro Villarroel, que no quería en casa ni abogados ni gatos, pues estos roen un arca, y aquellos suelen merendar la cena.

    No tengo estudiada la Constitución y tampoco voy a levantarme a mirarla, pero sé que fue adquirida en Alemania y que está dotada de todos los adelantos. En ella vendrá la solución al problema separatista, aunque no creo que pase por asustar a un jefe de tribu con una tarjeta de abogado.

    Que se lo digan a Tom Doniphon.