lunes, 23 de septiembre de 2013

Control y posesión


Lastres, Asturias

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A los compromisarios dijo ayer Florentino Pérez que Ancelotti es el hombre designado por el Destino para dar al Madrid un estilo que enamore.
    
Preguntado en la víspera el propio Ancelotti por ese estilo, contestó:
    
Control y posesión, sin renunciar al contrataque.
    
Que es como decir: rubias y morenas, sin renunciar al tinte.

    Porque, después de todo, Carletto es italiano, y tiene sin resolver la peliaguda cuestión de si el estilo es el hombre o si el estilo es la cosa, y en esto le saca ventaja Paco Jémez, que tiene decidido que el estilo es… la prensa, que le canta preciosos salmos (vamos a llamarlos así) mientras se lo comen, a diario, los leones como Pedrito.

    ¿Control y posesión?

    He aquí un cuento del periodismo matalón. Control y posesión va con el carácter tendero, como el holandés o el catalán, que, como enseña “La vida de Brian”, gozan regateando: te persiguen los romanos, necesitas un disfraz y el tendero no te lo proporciona sin regateo.

    Pero en Madrid no mandan los tenderos, sino los paletos (pastores y pelantrines), gentes de ir al grano. O a lo negro, como en los toros.
    
¡Maestro, a lo negro! ¡A lo negro! –gritaba el peón a su matador, que, acojonado, se hacía el loco echando el capote al culo del caballo para sacar al toro.

    A lo negro, Carletto, que en el Madrid es el gol.

    Que Carletto haga goles. 122, y habrá acabado con la marca de Mourinho, cuyo estilo conmocionó al madridismo porque representaba, en el rectángulo de juego como en la sala de prensa, la forma suprema de ir al grano.

    Cómo sería la manera de ir al grano de Mourinho que los “manitús” de la prensa, podridos de psicología y silogismos, han culpado al portugués de la “espantá” de Casillas en Estambul.
    
Fascinado por el espectáculo de los armados de la Macarena, Sergio Ramos va por el fútbol de centurión, y en Estambul se graduó de Longinos, al asestar (¡inspirado por Mou!) la lanzada legendaria (“para cerciorarse de que estaba muerto”, dicen las Escrituras) en el costado de Casillas, que al salir no es el marinero de los puños de oro, como Carrasco, sino el Raphael de “Yo soy aquél”, que canta enroscando bombillas.

    –No estoy autorizado para decir si Valdés es el mejor portero de España –dijo el Tata en Vallecas.
    
El Tata puede decir majaderías del precio de Bale o agitar el independentismo en la Diada, pero carece de permiso para decir si Valdés es un buen portero, porque la Roja se ha convertido en una mezcla de Cotton Club y Cielo de Pachá que a muchos nos ha llevado a hacer nuestra la objeción lógica de Groucho: “Nunca pertenecería a un Club que admitiera como socio a alguien como yo.”
    
Tampoco Carletto se siente autorizado para decirlo, pero, en vez de decirlo, opta por hacer una “torta” italiana, mientras en el Bernabéu se frustra (gafa) el debut de Bale, ese alegato contra el control y la posesión que aún ha de ganarse del piperío las ovaciones a Llorente, a Silva o a Iniesta, por citar las más recientes, a la espera, todo el mundo, del pubis de Xabi Alonso, que empieza a ser más deseado que el de María José Cantudo, primer pubis del cine español al viento, en “La trastienda”.

Peruyes, Asturias

EL PAN DE CASILLAS
    El portero de la Asociación de la Prensa presume, y hace bien, de paternidad, acontecimiento que suele llegar acompañado de una boba de pan bajo el brazo, que es la superstición a la que se agarra la prensa para tratar de colocar a su hombre de manera vitalicia en la portería del Madrid. Azuzado por el “share” (¡el “sharempión”!), el periodismo se ha vuelto tan marujón que puede dar pábulo a que un portero recupere la titularidad por paternidad o a que un Rey abdique en una rueda de prensa, como si se tratara de aquel senador de Massachusetts, Palencia, que atendía por Calderón.