jueves, 16 de mayo de 2013

Obama



Las quejas, a Hipócrates

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En Cuba, la tierra de promisión de Willy Toledo, una raya separa la alimentación forzada del ayuno obligatorio.

    Es la verja de Guantánamo.

    En Guantánamo, los soldados de Obama hacen con los prisioneros en huelga de hambre lo que los granjeros franceses con las ocas sagradas del “foie”, alimentarlos por un tubo, circunstancia que ha llevado a los humanitaristas de la prensa a formular una cuestión kantiana:
    
¿La alimentación forzada en Guantánamo es tortura de detenidos o un acto de humanidad?
    
Todo depende del inquilino de la Casa Blanca: si Bush, tortura de detenidos; pero si Obama, acto de humanidad.
    
Obama es el Pep de la política mundial, un recogepelotas que lee un día a Martí i Pol y se convierte en un santón laico, sea en una base militar o un club de fútbol.
    
Con crímenes tan horrendos como los que pudieran haber cometido los prisioneros de Guantánamo, en España han salido a la calle Chaos y Bolinagas por el simple procedimiento de una dieta alimentaria.
   
    –He tomado la decisión personalmente, y la he tomado por razones legales (?) y humanitarias –dijo Rubalcaba en lo de Chaos.
    
El señor Bolinaga pesa 47 kilos y las leyes (?) no quieren que nadie muera en la cárcel –dijo Rajoy en lo de Bolinaga.
    
Prisioneros de Guantánamo tomaron nota, y la respuesta de Obama ha sido someterlos a entubación naso-gástrica.
    
¿Es por eso menos progre Obama que Rajoy o Rubalcaba?

    Ése es el debate moral en el Occidente.

    Ahora mismo, Obama, en favor de su condición progresista, puede acreditar el pinchazo de los teléfonos de un centenar de periodistas de Associated Press, como si fueran Piqué, y una persecución fiscal en toda regla a cualquier organización con las palabras “patriota” y “Tea Party” en su cartel.
    
Oreja con oreja, y la mano, en el bolsillo del contribuyente.
    
En cuanto al dilema ético de Guantánamo, los medios de Obama ya han dictaminado que eso es una cuestión de Hipócrates, el del juramento médico.