lunes, 4 de marzo de 2013

La caída del Muro

Chinchón, 2 de marzo
Descanso del fútbol 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Un tal Alba esperó al ocaso para, con el dedito con que los simples señalan a la luna, proclamar en el Bernabéu a un Número Uno.

    Alba, que tiene pinta de jovezno de botellón, no sabe que en Madrid, para proclamar a un Número Uno, ha de haberse empiernado con Ava Gardner y tener matados muchos toros, como Luis Miguel en el San Isidro del 49.

    A lo mejor ése es el precio que a los joveznos, si quieren jugar, les pone Messi, que en el Bernabéu hizo gol en la tercera pifia consecutiva (Welbeck, el propio Alba y Messi) de Sergio Ramos, que nunca volvió de la Eurocopa, donde lo engañaron con la foto de Baresi.
    
Este Ramos necesita Ritalin para la atención (una tarjeta y un penalti de género bobo) y una sotana para los caños (el gol). Todo esto va a costar una campaña sucia en contra de Pepe, pues a Varane no se le puede quitar el sitio.

    Pero Pepe es dormido mejor que Ramos despierto.

    Pepe es (palabra de Hughes) el rabo de esa vaca remisa que pasta en su campo y mata moscas con el rabo porque así lo dispuso Mou para reducir al absurdo el tiquitaca.

    El tiquitaca ha muerto.

    El tiquitaca, que fue un Régimen, ha caído como el Muro, detrás del cual no había nada: sólo colorín, propaganda y cuento.

    El tiquitaca fue al fútbol lo que el lysenkismo a la agricultura: una gran mentira.

    El odio a Mourinho por acabar con el tiquitaca sólo es comparable con el odio a Reagan (en cuyo honor, por cierto, Cristiano se llama Ronaldo) por haber acabado con el Muro.

    –Mejor rojos que muertos –gritaban los falsos pacifistas de entonces.

    –Mejor perder con el tiquitaca de Pep que ganar con el “catenaccio” de Mourinho –gritan los falsos estetas (o sea, los “hestetas”) del tiquitaca.
    
Porque en el paraíso tiquitaquero hubo desde el principio una serpiente, Mourinho, que se expresa en números.

    Números del viejo tiquitaca de Pep el sábado en el Bernabéu: posesión, 72; tiros, 5; tiros a puerta, 2; goles, 1. Números del nuevo “catenaccio” de Mou en el mismo partido (y con los suplentes): posesión, 28; tiros, 14; tiros a puerta, 6; goles, 2.

    De los toros dijo Sassone que eran un espectáculo moralmente indefendible, pero estéticamente insuperable.

    El tiquitaca es un espectáculo moralmente insufrible (con toda la alfalfa del catecismo progre), pero estéticamente impresentable, pues me río yo de la brasa que con la música de Springsteen administra Obama a los cautivos de Guantánamo, al lado de lo que supone una sesión de tiquitaca terminal en sábado y a las cuatro de la tarde, que en Madrid es hora de siesta.
    
El tiquitaca, que hasta dispuso de una policía secreta, fue una dictadura “hestética” (un día le dedicaremos el folio a ese término) y sigue siendo un totalitarismo moral que persigue con saña al disidente: Mourinho, Arbeloa, Alonso, Khedira, Pepe (que es el elefante en la cacharrería del tiquitaca) y, por supuesto, Cristiano, cuyos despliegues de potencia y velocidad son al tiquitaca lo que fue al Muro el despliegue de los Pershing II.

    El sistema de Mou es la navaja de Occam en el cinto de Pepe.


 Chinchón, 2 de marzo
Descanso del fútbol

CRISTIANO Y MESSI
    A Cristiano le han birlado (con la ayuda de su propio capitán) el último Balón de Oro, y eso agranda en el estadio su figura en duelo directo con Messi, de quien Zico ha dicho lo que mi amigo Pepe Campos lleva tres años viendo desde Taiwán. Zico: “Lo que Maradona hizo, lo hizo con un tipo agarrándole el pescuezo durante los noventa minutos. Yo lo marcaría así. Vamos a marcar al chico para ver cómo se sienten los otros viendo a Messi anulado. Y Maradona, incluso así, jugaba. Y Pelé también, varias veces. Yo también fui muy marcado”. Consejo sólo para quienes pasen de que la prensa les llame fachas
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 Chinchón, 2 de marzo
Descanso del fútbol