jueves, 21 de marzo de 2013

Grandes momentos del antiturinismo en Valencia. Los premios

Fatty Arbuckle
 
José Ramón Márquez

Ya se acabaron las fallas y ahora vienen los premios, que es el Tío Paco con las rebajas, como quien dice. 
Si los que dan los premios fuesen serios y mirasen las oportunidades, y aprovechando que andan por Madrid los de la Peste Olímpica le hubieran dado a Morante el premio de los 100 metros lisos de persecución en plaza, que la escena del juampedrillo correteando como un perrillo juguetón detrás del de La Puebla, que recuerda un montón a las carreras de Fatty Arbuckle en la época de la Keystone, sirve de perlas para promocionar la práctica del deporte entre las personas que no tienen lo que se dice una complexión atlética.

Perdida la ocasión de otorgar ese merecido premio de promoción del atletismo por libre, lo demás no deja de ser lo previsible. Se premia a un multimillonario grupo mexicano y a un empresario. En estos turbulentos tiempos es lo suyo, que no hay que echar leña al fuego. Premio a los mexicanos por vía de Morante, mejor faena del ‘ciclo’, como dice el de la tele, y premio al empresario por vía de Luque, de triunfador de la Feria. Y así por boca de asno se ha acabado premiando  la munificencia de Simón Casas y reverenciando a ese becerro de oro que representan los Espectáculos Taurinos de México. Ambos se han repartido amigablemente y sin discusiones esos premios que tanto bien hacen a los premiados y tanta alegría producen a los que acuden a la entrega de los mismos.

El hecho de la inexistente presencia de un solo toro digno de tal nombre frente a las firmes muletas de los premiados no empequeñece en nada la categoría de sus triunfos merecidísimos, puesto que el toro es, justamente, lo que más suele estorbar para que se produzcan esas eclosiones de arte inmarcesible que llegan prendidas en los vuelos de las telas de estos héroes. A mí, que soy más de detalles, a la hora de otorgar mis premios no se me van de la cabeza ni la cara de mala leche de Luque ni las hechuras de José Antonio trotando por la Plaza, con ese tomo de pelo en la cabeza, con esas patillas, con esos mofletes, acosado por el torillo que le daba topecillos con el testuz en las nalgas.

Y si la gente, al decir de los revistosos, se divirtió de lo lindo con Díaz y Fandi, que incluso fueron capaces de la heroicidad de vender todos los billetes, ¿por qué no les premian a esos? Ahí es donde está la pista para ver que aquí hay una mano negra.