Drones en el cielo
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
El premio Nobel de la Paz, señor Barack Hussein Obama, es al parecer un gran aficionado al uso de aviones no tripulados, o drones, para resolver pendencias morunas de un modo expeditivo y poco expuesto. Los drones son unos cilindrines aéreos sin Tom Cruise dentro pero igualmente mortíferos teledirigidos con habilidad pentagónica para internarse sin enseñar el pasaporte allende cualesquiera desiertos remotos o lejanas montañas al objeto de deponer su mojón de dinamita sobre determinado turbante yihadista allá donde aliente. Desde 2009, los drones yanquis han practicado la muerte a cientos de supuestos miembros de Al Qaeda sobre cuyos cuerpos no tenemos pensado derramar demasiadas lágrimas. El abuso del dron, sin embargo, se antoja escasamente caballeresco, dentro de la caballerosidad que pueda atesorar aún la guerra contemporánea, y los Gobiernos de Pakistán y Yemen ya le han testimoniado su descontento soberano al comandante en jefe del mundo libre. Le han venido a recordar la sentencia lapidaria de Walter Sobchak en El gran Lebowski:
—Smokey, esto no es Vietnam. En los bolos hay reglas. Has pisado la raya.
—Smokey, esto no es Vietnam. En los bolos hay reglas. Has pisado la raya.
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