miércoles, 5 de diciembre de 2012

Toda la ciencia de España en un chiste

José Ramón Márquez

Se cuenta este chiste:

Un directivo es despedido de una empresa. Coincide en el despacho con su sucesor, mientras recoge sus cosas, y le dice:

-Yo no te voy a enseñar nada del negocio que tú no sepas, y lo particular de esta compañía lo aprenderás en seguida. Te dejo en este cajón tres sobres numerados para que hagas uso de ellos en los momentos de crisis, que irán llegando.
El nuevo directivo no hace mucho caso a aquello, enardecido por su nuevo puesto, y se pone a su tarea.  Al cabo de unos meses retorna al despacho desesperado tras una tensa reunión; de repente, recuerda los sobres. Se va al número 1, lo rasga, extrae un papel y lee:

‘Échame la culpa a mí’

Se le ilumina el semblante y rápidamente se pone a seguir tan sabio consejo; rearma entonces su estrategia a base de denostar a su antecesor y de hacer ver los ímprobos esfuerzos que él tiene que hacer día a día para conseguir resultados, pese a la nefasta herencia recibida.

Se pasa la crisis y nuestro directivo continúa su labor hasta que, al cabo de un tiempo, se produce una segunda crisis que le lleva de nuevo recordar los sobres que tiene en el cajón. Abre entonces el sobre número 2  y lee:

‘Échale la culpa a tu gente’

Agarrado como un náufrago a una tabla el hombre comienza a denostar de sus empleados, de las zancadillas que le ponen, de lo difícil que es trabajar teniendo una cuadrilla de inútiles al lado, que más que ayuda son entorpecimiento.

Cuando al cabo de un tiempo se produce la tercera crisis el hombre va, confiadamente, a por el sobre número 3, donde cree que estará la solución a sus cuitas. Lo rasga y en el papel pone:


‘Prepara tres sobres como los que yo te di y entrégaselos a tu sucesor’

***

Viene este chistecillo a cuenta de la Ciencia. El otro día salía en ABC un informe en el que se daba noticia de la pésima situación financiera del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el que se tiraba del sobre número 1 echando las culpas de la situación a los anteriores –Carlos Martínez y Rafael Rodrigo- y a la transformación del organismo en Agencia, invención vendida como el bálsamo de fierabrás para llegar a la excelencia científica. De libro, aunque todo el mundo sabe que aquí es complicado el uso del dichoso primer sobre, dado que el actual Presidente, Emilio Lora, ya fue visir antes que el visir, o sea que fue presidente con anterioridad a que Martínez encandilase a Zapatero con aquello de que la ciencia iba a sustituir al ladrillo como motor de la economía, o sea que Lora no puede aducir desconocimiento de un organismo en el que puede decirse que él está desde la cuna. El informe suena a huída hacia adelante, primera crisis al año del nombramiento, para apaciguar un poco al levantisco rebaño. Ahora, dado que ya han tirado del primero de los sobres,  quedamos a la espera de la apertura del segundo, en el que se criticará la calidad de los investigadores, del propio sistema nacional de ciencia o hasta de la falta de colaboración de las ratas de los animalarios.

Y lo mismo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) donde la historieta de los sobres se tiñe con la las características de un canto a la amistad y al agradecimiento: María Blasco, la actual directora del CNIO, estaba en el CSIC cuando Mariano Barbacid la llamó para que trasladara un proyecto que estaba desarrollando en el CSIC,  con dinero del CSIC,  al CNIO. A la Blasco aquello le pareció estupendo y estuvo dando la lata por todos lados porque se quería llevar no sólo el proyecto sino también la totalidad del personal adscrito al mismo, pagado, claro está, por el CSIC. Al final aquello se apañó con una especie de convenio. Ahora, sin embargo, Blasco enarbola el sobre número 1 y entonces Barbacid ha pasado, a los ojos de ella, de ser un gran investigador mundial a un vulgar hacedor de insostenibilidades, a quien se culpa de la actual situación del Centro merced a un ambicioso programa de desarrollo de fármacos que no era parte de las actividades normales del centro… y cuyo Investigador Principal es Barbacid.

Claro que Barbacid tampoco es un ejemplo de agradecimiento: se lo trajo Aznar, que creó para él el CNIO. A ese centro destinaron una pila de dinero como para enterrar las pirámides y cuando ganó Zapatero dijo el amigo a los 11 segundos -algunas fuentes dicen que fue a los 4- que se alegraba muchísimo de esa elección porque los del PSOE serían muchísimo más sensibles para con la ciencia que los anteriores, y entre esos anteriores también se encontraba Emilio Lora, a la sazón Presidente del CSIC.

Luego, ya que estamos enfrascados en el apasionante mundo de la ciencia, no queremos que se nos queden en el tintero dos o tres fruslerías como la cosa esa de la Fundación CSIC, que disfruta de un pisazo en Príncipe de Vergara de donde ya han desahuciado a Javier Rey sin la conmiseración de ningún perriflauta, para dar aposento a César Nombela, aunque el cambio tampoco sirva hasta la fecha para que nadie sepa a ciencia cierta a qué se dedica la tal Fundación; y hablando de fundaciones ¡cómo no traer a escena a Margarita Salas!, presidenta de la Fundación Severo Ochoa y Académica de la lengua de los de la recua que dio en visto bueno a que en el diccionario figurase la palabra ‘almóndiga’. La vieja dama, a sus setenta y cuatro años recién cumplidos, sigue sin conseguir el Príncipe de Asturias a lo que sea, pero mantiene incólume su ilusión investigadora y, como si se tratase de una recién doctorada, sigue solicitando y recibiendo fondos de proyectos del Plan Nacional de I+D+i y proyectos Intramurales -eso existe, aunque parezca una invención-, a una edad en que sus contemporáneos llevan lustros jubilados; bueno, y para que además se vea su empuje, anda la mujer con una ilusión que no la cabe en el cuerpo ahora que se ha metido también en el mundo del lío bursátil, las altas finanzas y las cosas de las acciones, que se ha comprado una empresa en Alemania a pachas con la ex ministra Cristina Garmendia, para que se enteren de una vez los germanos de lo que es una secuenciación y una amplificación del ADN chipén, lo que se dice una cosa bien hecha, y no las chapuzas que se ven por ahí.
Esperemos que entre tanto lío mundano no deje Margarita abandonado al simpático Jeremiah, el Bacteriófago que tanta fidelidad ha demostrado siempre por su ama y creadora y que, al menos, le invite a acompañarla al campus de las Lagunillas, ahora que a su colección de honoris causa la viuda de Eladio Viñuelas va a añadir también el de la Vniversitas Giennensis.