La Judith del Monasterio de Guadalupe
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Abunda en las sociedades modernas una estirpe de individuos que inventó ocupaciones para las que no se requiere más que tener cara de cemento y mucha influencia en los balcones del poder. Esta gente colgó títulos campanudos en pescuezos catequizados para que, como el tío Calores de mi pueblo con los cencerros en su vacas, se supiera acudir a los pastos de más provecho. La sociología es una de las ciencias que mejor juego da a estos tahúres de la administración... y en ese afán por demostrar tanto lo obvio, como la necesidad de sus sesudos trabajos, te dicen en portada que en seis meses cincuenta mil señoras han denunciado a sus parejas, y al lector le entra un complejo de machismo que le retira de contar chistes verdes.
Considero que a partir de la mitad del siglo XX todo son conquistas femeninas de las que las mujeres han de sentirse orgullosas, pero no puedo estar de acuerdo en esa bula que los penalistas españoles las han concedido para arruinar a elementos masculinos que han cometido la torpeza de elegir mujer. Hay cafres a los que toda condena es poca, pero somos muchos los que tenemos censadas lagartas que no precisan título de feminista para buscar la ruina de sus parejas, con una aplicación escandalosa y sin la mínima reprobación social. Escondido entre honorables delincuentes que amontonan millones sin vergüenza, aparece en la prensa un señor del común que ha sufrido un año de prisión preventiva porque su señora le ha señalado en el juzgado unas diez veces como maltratador. Resulta que el tal señor, de nombre José Antonio, padeció en su chabolo las peroratas televisivas de su, permítaseme poner verduga, explicando en Canal Sur, y otras, lo canalla que llegó a ser su marido. José Antonio pegaba a Raquel en Córdoba mientras estaba en Sevilla y los cabezazos en la pared ante testigos para “hundir a ese cabrón” por hacerme sangre fueron evidencias ante un juez que no tuvo más remedio que poner en libertad al desgraciado.
No nos ha de escandalizar la decisión de encarcelar a José Antonio ante la denuncia de la esposa, presentándose en el Juzgado como un Ecce Homo. Lo inadmisible es que descubierta la maldad de la esposa presta a apoderarse de los bienes del marido y la voluntad del hijo, la pena impuesta por tanta denuncia falsa y tanto quebranto a una persona, se salde con 20 meses de prisión, que la bruja no ha de cumplir por ser ¡¡primaria!!, y una pequeña multa que no va a pagar porque según manifiesta es insolvente y vive de Cáritas. José Antonio tampoco quería quebrantar a una criatura de su sangre que no le mira a la cara y prefiere que su verduga, con perdón, no pise el talego.
El feminismo andaluz tuvo en su día muy malas palabras para José Antonio. Unas cordobesas muy bien subvencionadas echaron por la boca lo que un caballero nunca se atreviera mientras las sociólogas atentas sumaron 10 mujeres maltratadas a la estadística, como si José Antonio fuera un canalla con 10 mujeres distintas.
-Ése es un caso aislado, mire usted, que sólo sirve para hacer demagogia.
Un día de estos, los sociólogos podían clasificar todos los casos aislados de denuncias falsas en los Juzgados de Violencia de Género. Más que nada, para fiarnos de sus estadísticas.
Luca Giordano (s. XVII), pintor feminista que descubrió el machismo en un presunto novio de la Virgen,
al que pintó ferozmente contrariado partiendo cañas al verse rechazado