La inmersión catalana de Messi
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Constitución es la obra maestra del relativismo español, escrita en idioma caló en Casa Manolo, detrás de las Cortes, por un ingeniero agrónomo, Fernando Abril, y un director teatral, Alfonso Guerra, y traducida al castellano por Cela.
El periodismo, que entonces aún tenía lecturas, llamaba al ingeniero agrónomo don Fernando el Caótico, y al director teatral, don Alfonso el Batallador.
–El ingeniero agrónomo hacía los surcos y el director teatral ponía las amapolas.
La Constitución cumple ahora 34 años, y esto la convierte en nuestra “The Mousetrap”, el éxito teatral de Agatha Christie que los ingleses, a falta de Constitución, representan en Londres desde el otoño del 52.
Nacida a la muerte de Sid Vicious, la Constitución parecía “punk”, pero sólo era el papel de barba de nuestra posmodernidad, en la cual, como ha dicho Mariano en el periódico de Godó, “cabe todo”, es decir, que lo mismo vale Juana que su hermana, la teología del Sinaí que la filosofía del Partenón…
Por eso la estrella de este cumpleaños constitucional ha sido ese F. C. Barcelona constituido en “intelectual orgánico”, visto por Santiago González.
En lo que los cenutrios de la Fox encadenan una majadería (“Sports in Spain have always been political. Whether it was Franco's support of the Real Madrid...”), Messi, cuya hermana lloraba si le hablaban en catalán, suscribe “de manera enérgica”, rodilla en tierra, la inmersión lingüística que proscribe el español en el país de Cervantes, donde ya Ortega, “palmeándonos una rodilla en señal de confianza”, advirtió la próxima presencia de un fenómeno monstruoso:
–Los extranjeros pretenderán intervenir en un país sin saber nada de él, ni del suyo propio.
Ortega pensaba entonces en la ratonera de Inglaterra.