miércoles, 5 de diciembre de 2012

Duelo

Emilio Bobadilla


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Me despierto con un tuiteo que el colombiano Alberto Salcedo Ramos hace de don Francisco de Quevedo:
    
Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.
    
Tenemos poca justicia, y no lo digo por esa comisión del Ayuntamiento de Villanueva en que Villanueva dice tener la conciencia tranquila mientras su concejal Calvo denuncia el “deplorable juicio” (?) desencadenado contra Villanueva. Un camello es un caballo diseñado por una comisión, y la del Ayuntamiento de Villanueva acaba de coronar, con éxito, la jiba.
    
Nuestra justicia, en efecto, es poca y, con la tasa de Gallardón, prohibitiva, así que, si privatizamos la salud, privaticemos también la justicia por la vía del duelo, que en el caso de los periodistas sería a florete:

    –¡En guardia! ¡Cinta de estocada marchando! ¡A fondo!¡Corte a la cabeza!...
    
Siempre me pareció una maravilla el relato ullaniano del duelo entre Leopoldo Alas Clarín, autor de “La Regenta”, y el cubano Emilio Bobadilla, autor de “A fuego lento”.
    
Tranquilos, que esto es cosa de coser y cantar –consolaba Clarín a sus amigos en la estación de Oviedo al tomar el tren que lo llevaría al duelo en Madrid.

    El 21 de mayo de 1892, Clarín y Bobadilla comparecen, mano a mano, en el campo del honor. Acierta Bobadilla, que deja sangrando a Clarín por la boca y por un brazo, y se suspende el combate. El cubano, bocón, tiene la última palabra:

    –El pronóstico de mi rival se ha cumplido: a él tienen que coserlo mientras yo canto.
    
Y se puso a cantar una habanera.

    Eso era justicia privada.

    Con la justicia pública, Clarín vendría a Madrid en un “alsa”, se citaría con Bobadilla en la plaza de Castilla y tendría que colocarse de tertuliano para pagar el crédito bancario de las tasas de Gallardón.

    Duelo, justicia… ¡estética!