sábado, 5 de mayo de 2012

Libres

Lopera

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En la grande polvareda del Alirón perdimos al don Beltrane de la libertad de expresión, que es una cosa que se celebra mucho.

    En el Día de la Libertad de Expresión quien mejor la explicó fue el futbolista Javi Martínez, que en una gira radiofónica de lavado (eso que nunca tendrá Pepe) dijo que había llamado hijo de p… a Cristiano, “pero sin ningún ánimo de ofender”.
    
En Cibeles, y acaso por la festividad del día (Día de la Libertad de Expresión), vimos que a Casillas también se le soltaba la lengua, y todos nos preguntamos por qué no estará así cuando juega.
    
La libertad de expresión no es ninguna broma. De Lopera se cuenta que un día que andaba cobrando recibos de hostelería un inquilino se le puso en plan Guardiola: “Mire usted, don Manuel, que esto está muy mal y son muchas nóminas. Siete en cocina, cinco en sala… y cada vez entra menos gente.”
    
¿Sabe “usté” por qué la gente no viene a “cená”? –le dijo Lopera con gran solemnidad–. ¡Porque la gente no tiene de qué “hablá”!
    
La gente que sale a cenar en realidad lo hace para fumar y chatear, dos cosas que ya no le dejan hacer a uno en casa. En los restaurantes no se habla, y nunca cena uno más solo que cenando con amigos: en la mesa, chatean, y si no, están en la calle fumando.

    Políticamente la llamada libertad de expresión siempre fue un derecho que se reduce a la libertad que el conejo tiene para huir de los cazadores.

    –La gran sabiduría cortijera –dice Pemándefiende su propiedad y su derecho amarrando a los perros para que no muerdan, pero dejándoles que ladren con un magnífico e ingenuo furor.