Abc
Un parricida que había matado a su padre y a su madre se dirigió al juez, cuando se retiraba para dictar sentencia, diciéndole:
Para Freud, añade mi dilecto Gregorio Luri, de quien tomo la nota, ésta era la ironía de las ironías.
Desde luego, es el freudismo que explica a dos personajes excepcionales del esperpentismo español en el Día del Trabajo: Méndez y Toxo, esos pobres huérfanos.
Méndez y Toxo son los dos medios-centro del tardofranquismo que se niega a renunciar al empleo para toda la vida, la extra de julio y la cesta de Navidad, aquellas conquistas del gironismo pulverizadas por unas reformas de Rajoy que el ministro alemán Schäuble (¿éste no tiraría un penalti en la tanda del Bernabéu?), remedando a Jesulín, que es la idea de España que tienen en Alemania, califica, en dos palabras, de “im-presionantes”.
Si estarán impresionados Méndez y Toxo que en este primer día de mayo se han echado a la calle, donde, por otra parte, se pasan la vida los trabajadores todo el año.
Bienvenidos a la realidad, compañero Méndez y camarada Toxo.
Méndez es el “stopper”, y Toxo, el repartidor de cuero, con la pesadilla de Rubalcaba (Borges veía en las pesadillas grietas del infierno) moviéndose por todo el ataque. Este agitador tiene algo de Araquistáin (el de “España es una República de trabajadores”): cuanto más viejo, más agresivo.
Rubalcaba, que rasputineaba en el zapaterismo que gobernó con la ironía del pleno empleo dejando cinco millones de parados, toca a rebato contra el Gobierno porque los recortes no estaban en las promesas. Tan pichi.