viernes, 4 de mayo de 2012

Alirón

Andy Warhol

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Despertar después de un puente (vacacional) y encontrarse con dos invitaciones.

    Una, de la Asociación de la Prensa para una concentración de periodistas, oh, justicia poética, bajo un puente (el de Juan Bravo, donde la sirena varada de Chillida), en defensa de un periodismo que murió de éxito y faltas de ortografía.

    La otra, de los amigos, para ir a Cibeles a cantar el alirón ganado por el Madrid en San Mamés, o “la catedral” para el vulgo, que es Roures, cuyos locutores de barraca no saben que lo de catedral (me lo contó Bonifacio, el pintor, que era de la Real) viene del andamiaje de la obra, que a los lugareños les parecía otra Notre-Dame, como ocurre hoy en Mejorada del Campo con la catedral de Justo Gallego.
  
Hermoso partido, el del alirón, y la constatación de que la “doctrina Nanclares” sólo se aplica a los españoles, dado el trato dado a los portugueses Pepe y Cristiano, al que Javi Martínez tomó por Andy Warhol.
  
Tenía Antoni Miralda un restaurante en Nueva York (“El Internacional”, en Tribeca) de cierto copete cultural y una noche fue a cenar Andy Warhol, pope y antañón. Entonces una camarera decidió “falsar” con Warhol la teoría Warhol del cuarto de hora de gloria asignado a todo quisque, y vació sobre el padre del “pop art” una fuente de ensalada.

    ¿Que hacía Javi Martínez en plan Marlboro Man, ya duchado, en el césped con Cristiano? Pues lo mismo que la camarera de Miralda con Warhol.

    –El cielo de la Fama –dijo Unamuno, que era de allí– no es muy grande: cuantos más entran en él a menos tocan cada uno de ellos.
  
Mou ya ha desalojado al Pep.