PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Villaseca de la Sagra (Toledo).
Sábado, 15 de marzo de 2025. Corrida de toros de distintas ganaderías a beneficio del proyecto «Inmunoterapia avanzada en el cáncer infantil de la Fundación Oncohematología Infantil del hospital Niño Jesús». Media entrada. Tarde fría en los idus de marzo.
Toros de Alcurrucén (1º y 2º), el primero, corretón, flojo, de poca fuerza, se defendió, descompuesto, cabeceó, salió destemplado de la suerte de varas, no sé entregó —los toros no deben entregarse—, se fue rajando, poca bravura, con el pitón izquierdo escobillado; el segundo, ofensivo de cuerna, con casta y empuje, bravo y noble, sin regalar embestidas; Ana Romero (3º), cinqueño, bello ejemplar, cárdeno, buido, flojo, se fue quedando sin recorrido; Rehuelga (4º), cinqueño, alto, ofensivo, sin entregarse, espera y se revuelve, fue rehuyendo la pelea; Pallarés (5º) bien presentado, con trapío, nervio y brío, enrazado, se le premió con la vuelta al ruedo; El Montecillo (6º), colorado, con morrillo y hondura, se fue quedando corto en las embestidas. Una corrida que dio juego. Desigualmente presentada.
Terna: Fernando Robleño, de Madrid, en su temporada de despedida, de azul marino y oro; palmas en sus dos toros; veinticinco años de alternativa. Damián Castaño, de Salamanca, de lila y oro, con cabos blancos; una oreja en cada uno de sus toros; doce años de alternativa. José Fernando Molina, de Albacete, de azul pavo real y oro, con cabos blancos; ovación y una oreja; dos años de alternativa. Los tres matadores fueron ovacionados a la finalización del paseíllo.
Suerte de varas. Picadores: Primer toro —Legionario hijo—, primera vara, trasera, rectifica y el toro sale suelto; segunda vara, en el morrillo, con metisaca, el toro sale suelto y destemplado. Segundo toro —Javier Martín—, primera, muy trasera, el toro sale al capote; segunda, detrás de la cruz, el toro sale obedeciendo al capote. Tercer toro —Agustín Moreno—, primera, marra y rectifica, el toro derriba y se encela, pierde las manos; segunda, vuelve a marrar, poco dominio del caballo, nueva entrada, en la cruz y el toro sale suelto. Cuarto toro —Israel de Pedro—, la primera, al relance, caída, el toro sale suelto; la segunda, trasera, rectifica, metisaca y el toro sale suelto; tercera, en la cruz, el toro se encela y sale al capote. Quinto toro —José Adrián Majada—, la primera, trasera, cogiéndole bien al toro, con metisaca, el toro empuja y sale suelto; segunda, en el morrillo, buena vara, el toro sale suelto. Sexto toro —Cristian Romero—, la primera, al relance, en la cruz, algo caída, el picador le mantiene la vara, sale al capote; la segunda, detrás de la cruz, le pega y el toro se repucha; el picador es aplaudido.
La apuesta de Villaseca de la Sagra por la corrida de ayer tarde merece los elogios de los aficionados. Sobre el papel y en el ruedo todos los toros manifestaron pelea y tuvieron su interés. Bravo nos pareció el segundo de la tarde, de Alcurrucén, y enrazado el quinto, de Pallarés. Por lo tanto, Damián Castaño tuvo el mejor lote. Aún así, también sus compañeros de terna pudieron tener su oportunidad en sus toros, porque todo consiste en saber adaptarse a las circunstancias con mayor o menor lucimiento en las lidias. Damián Castaño en sus dos actuaciones mostró momentos brillantes, sobre todo al torear al natural de frente, aún así no llegó a redondear su labor porque le faltó la demostración de dominio sobre sus astados. Fernando Robleño, exhibió oficio y formas pausadas, tal vez, ante dos enemigos ásperos, debió imprimir mayor intensidad a ambas tareas, pero estamos a comienzos de temporada y pensará que debe dar debido cumplimiento a este su ciclo del adiós definitivo. Por su parte, Molina —así anunciado ahora—, se expresó bajo la tesitura del temple, pues es de Albacete y posee este don, pero no llegó a acertar en la medida de las faenas, ni en las distancias en la última de ellas, en la que cerró la corrida. Fue una tarde de toros oportuna y entretenida.
Pareció como que en el ambiente estuvo presente el eco que va desprendiendo la película de Albert Serra, Tardes de soledad, por el mero hecho de que muchos aficionados hayan podido verla, a estas alturas del año. Nos dio la impresión que se escuchaba con mayor claridad la respiración de los astados, el sonido de los estribos, la penetración de las puyas, el clavado de las banderillas, el movimiento de los engaños y el resuello de los toreros. En Villaseca vivimos una corrida seria, y la gravedad de la primera batalla taurina que da inicio a la temporada. Así estaba planificado con la elección de los toros contratados y de los toreros que se anunciaron. Sabemos que existen y existirán este año otras batallas taurinas en distintas plazas de España, de menor compromiso, con una escenificación táurica cercana a lo vacuo, con planteamientos artísticos bajo la ley del esteticismo que hacen daño a la tauromaquia. Son los asuntos del arte y de la cultura que enredan al mundo de los toros y que lo llevan por el camino del desinterés, cuando la clave de esta fiesta mitológica está en la pelea a muerte que pueda desarrollar el toro bravo y la réplica, con exposición de sabiduría y trabajo, que debe plantearle el matador de toros cada una de las tardes que es contratado para reproducir este rito ancestral taurino en las distintas plazas del mundo. No queremos ponernos líricos, pero, a veces, viene bien recordar cuál es el meollo de toda esta cuestión de los toros. Manifestamos esto, a pesar de que ayer no asistimos a una corrida de desiderátum, sino a un encierro simplemente prometedor.
Al ser una corrida con toros de distintas ganaderías parecía que era importante el extremo de los encastes. Y lo era. Tres de los toros que salieron al ruedo de Villaseca pertenecían al encaste de Santa Coloma, del gusto de los aficionados cabales (los ejemplares de Ana Romero, Rehuelga y Pallarés), dos de los restantes toros (los de Alcurrucén) eran del encaste Núñez, que ya, incluso, se puede decir, es valorado, ante la procedencia mayoritaria de la sangre Domecq en los toros actuales de lidia (caso del sexto, de El Montecillo). Todo este atractivo de los orígenes de los encastes engrandece al mundo de los toros. La variedad, la diversidad y la diferencia. Estamos en un momento histórico que defiende la pluralidad —eso se nos dice— y en la ganadería brava será de vital importancia el mantenimiento de los distintos encastes, sobre todo de aquellos que han creado la leyenda dorada de la fiesta de los toros, y que pertenecen a las ganaderías, todavía existentes, como Miura, Partido de Resina, Saltillo, Palha o Conde de la Corte, y de otras renovadas como Baltasar Ibán, Victorino Martín, Dolores Aguirre, José Escolar o, actualmente, Fuente Ymbro. El comportamiento —el juego— de los toros de las ganaderías duras o de toros exigentes es el que lleva a la plaza a aficionados de diferente condición que se apasionan. Es un mundo que crea una cultura propia dentro de la tauromaquia, y que, recientemente, ha sido analizado por Rafael Cabrera Bonet en su libro, El toro de lidia y la dehesa (2025), obra que vivamente recomendamos y que acentúa o no la importancia de los orígenes de los distintos encastes.
Sin mayor dilación entramos en la crónica en sí de la corrida. Debemos comentar que Fernando Robleño, a su primer toro que ya hemos reseñado como destemplado y corretón, quiso pararle con verónicas y una media en los medios. El toro de poca fuerza se dolió en banderillas y calamocheó en todo momento con la boca abierta. Inició la faena por bajo y en una primera tanda en redondo con suavidad. Los naturales fueron templados y largos, mientras el toro protestaba e intentaba tocarle la muleta. De nuevo con la derecha, el toro —curiosamente blando— le aprieta y le exige, ante lo cual Robleño exhibe despaciosidad en los tiempos, buenos muletazos, largos y templados, pero que no consiguen meter al astado en la faena que se le planteaba. Al volver a la izquierda el desacople aumentó. La misma descomposición que sufría el toro se trasladaba al trasteo del matador. Los pases por bajo finales, ante el toro rajado, no fueron limpios. Mató de dos pinchazos en la suerte natural, y una estocada corta en la contraria, más dos descabellos. En el cuarto, ante un astado más ofensivo y fragoso, al natural, le templa con buen pulso e imprime ritmo a su trasteo, si bien, al cambiar a la mano derecha la faena bajó —al no ser el pitón bueno del toro—; se podría decir que el desabrido animal se mostró renuente y neutralizó la pelea que Robleño quería imponerle. Lo mata de tres pinchazos, dos en la suerte contraria de pocas consecuencias, mientras que el último tuvo mayor efecto, en la suerte natural.
Damián Castaño, ante un inicio de temporada ambicioso debe repasar el concepto del necesario y fundamental dominio de los toros y una mejor colocación de la espada. Mencionamos lo anterior pues está anunciado en la primera corrida de Madrid el próximo domingo —con toros de Adolfo Martín— y, más adelante, en abril, en solitario —ante toros de Dolores Aguirre— en San Agustín de Guadalix, en la Feria del Club Taurino Tres Puyazos. En su primer toro, de Alcurrucén, bravo, en postura algo envarada intentó cogerle el pulso y mientras completaba naturales de evidente calidad, y largura y temple, permitía que el toro le comiera el terreno y le impidiera el dominio sobre el mismo. Los naturales de frente fueron excelsos como remate de una labor que le faltó el verdadero sometimiento sobre el ejemplar de Alcurrucén. Puede que la búsqueda de la estética estuviera por encima de la necesaria largura y templanza que requiere una faena de dominio. Lo mató de una estocada caída en la suerte natural. En el quinto de la tarde toreó con la montera puesta, al estilo levantino de Esplá. Inició su trasteo de muleta de costado, de manera lucida, con ritmo y sabor. En los pases en redondo, sin rectificar terreno, ni perder pasos —mérito de la apuesta— quiere dominar al toro que le engancha el engaño. Con la izquierda, y con la mano baja, dibuja tres buenos pases, aunque se deja puntear la tela. Ahora con la derecha no se acopla. Y termina con los naturales de frente, lo más acabado de su tauromaquia. En el bagaje de Castaño, mucha verdad; en el debe, renuncia o intemperancia en el mando sobre el toro. Lo pasaporta de un pinchazo hondo tendido en la suerte natural y un descabello
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Molina, como ya hemos mencionado, como buen torero albaceteño, pensamos que atesora el don del temple; en su contra, muchos defectos de la neo-tauromaquia, por demasiado metraje y excesivo encimismo. La primera de las deficiencias la mostró en el tercero de la tarde, el ejemplar de Ana Romero, al que trató con suavidad, logrando pases de mérito. El toro era muy blando y Molina lo intentó meter en la muleta, sin conseguir ligazón. Muchos pases de uno en uno. Demasiada prisa en los espacios de tiempo y en el ataque de las tandas. Lo mejor, al final, a pies juntos. Mucha faena, y excesiva mecánica. Le costó cuadrar al toro, al que mató de media estocada baja en la suerte contraria. En el último de la tarde, un toro castigado que llegó entero a la muleta y que presentó nobleza, por torearle muy en cercanías, no logró ni imponerle temple, ni ligazón. No cogió la distancia adecuada al astado que le protestó en todo momento. Lo mató de estocada delantera eficaz, perdiendo la muleta, de la que rodó el morlaco.
ANDREW MOORE
FIN